¡Cuántos publicadores hay subidos al altar de los poetas por causas ajenas a la poesía!
Los antólogos seleccionan no solo lo que consideran mejor poéticamente, sino también lo que ya está encumbrado por las circunstancias coyunturales, que se constituyen en criterios efímeros.
Y no es que no haya poemas y poetas dignos entre las "poéticas" de las tribus sociales que la conquista de derechos humanos y editoriales ha hecho posibles: pero lo que importa es el texto bien construido, fírmelo quien lo firme: ese que urdimbra pasión y razón, inspiración y técnica.
Lo preocupante es que pocos se preguntan si figuran en el censo del índice antológico -o asisten al congresillo de turno- porque son mujeres-poetas, hombres-poetas, homo-poetas, seudopoetas... o, sencillamente, creadores de poesía. Es decir: si la circunstancia ha suplantado la esencia o esta alcanza a ser un gen lírico universal. Y, como finalmente solo queda la palabra, hay que esperar a que desaparezca la coyuntura, o el autor, para que los lectores avizoren la lírica acendrada.