María Dolores Mulá
El árbol centenario
Cuánta desolación, el álamo talado
junto a la orilla. Sufre
el embate lluvioso de los siglos
y la voracidad del sol. No escucha
la alegría del pájaro en sus ramas,
ni el clamor de los astros.
A lo lejos, la luz y el cielo exhiben
su color de oceánico edén gris,
y una ola cabalga sobre otra
como un monstruo apareándose a otro monstruo.
Qué fiero vendaval de oscuras muertes
acechan en la vida.
Y sin embargo,
sigue su tronco enhiesto, fiero
ante el azul del día luminoso,
venciendo la abrasión del mar constante,
alzando su existencia frente al tiempo
y afirmando su ser.
El arte innumerable de las hojas
se marchitó, mas no su decisión
de trepar hasta el cielo.
El arte innumerable de las hojas
se marchitó, mas no su decisión
de trepar hasta el cielo.
Quieto como una muerte detenida,
su voluntad renace cada día
y cada día anhela
no ansiar más paraísos que el sosiego.
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