No quería morir sin recordar vívidamente, físicamente, sin que su carne sintiera una vez más la sensación de amar, sin que sus sentidos se embriagasen, se tensaran sus músculos, el placer la extenuase, sus gritos no pudieran contenerse. ¿No dicen que eros y tánatos conforman la misma moneda?
¡Había sido tan feliz junto a su amado!
Ahora, cada vez que la muerte asomaba por la puerta, lo veía tras ella, deteniéndola y acercándose él para besarla, entrándose en su lecho, apartando las sombras, incrustándose en ella, subiéndola al amor.
Pero aquel que la amó durante tantos años había marchado ya más allá de la carne.
Sin embargo, y a pesar de lo que había creído desde aquella pérdida, su corazón enfermo se volvió a enamorar, y ella soñaba que era de nuevo arrebatadamente poseída, hendida, derrotada por la pasión del beso y el abrazo, ascendida a los límites del vértigo.
Y un día -no era un sueño- aquel hombre fugaz besó sus ansias, descuartizó su entraña, le dio algo que sentir y recordar corporalmente mientras su vida continuaba fluyendo hacia la muerte.
El abrazo homicida
Terapia de pareja (El abrazo extinguido)
El abrazo culpable
El abrazo indomable
Monólogo del cisne (El abrazo imposible)
El abrazo entre plumas
El abrazo en el cuadro
El abrazo inasible
El abrazo iniciático
El abrazo sin plétora.
El abrazo dulcífago
El abrazo inedénico
El abrazo a la muerte.
Como si fuera mi Autobiografía (El abrazo final)
El abrazo encontrado
El abrazo insidioso
El abrazo insaciable
El abrazo inconsútil
El abrazo dulcífugo
El abrazo interrupto
El abrazo cautivo
El abrazo inmortal
El abrazo caníbal
El abrazo coital
El abrazo placebo
El abrazo sin rostro
El abrazo perdido (Carpe diem).
El abrazo truncado
El abrazo suicida
El abrazo invasor
El abrazo de plástico
El abrazo no dado.
El abrazo dichoso
El abrazo a la vida
El abrazo sin cuerpo
El abrazo ataráxico
El abrazo amoroso
Durero