Mozart: C. clarinete (Adagio)
La historia es la de siempre:
Las vidas de una mujer y un hombre coinciden porque, desde el origen de los tiempos, los átomos, los pájaros, los árboles, la tierra y los océanos han sido cómplices de una armoniosa confabulación: en un instante y un lugar mágicos y remotos, hombre y mujer se encuentran frente a frente, se ciñen beso a beso, abrazo a abrazo; el fulgor de los astros y la feliz predeterminación los une de tal forma que lo que era imposible se hace carne. Todo es pleno presente, semilla de futuro.
Pero también, de pronto, por intrincados laberintos, la sombra del enigma -la ajorca del pasado y el presente- surge como un puñal y el estallido de la felicidad desaparece: ya todo es furia y viento y espejismo: en esa concatenación de hechos desde los orígenes también se incluía el alejamiento, la separación.
Por eso, en el acervo popular existen textos como este Poema ripioso que alguien escribió para su amada, y, sin duda, para dar fe de uno de esos milagros que derrumban los sueños:
La vida empieza el día en el que amamos
y muere cuando muere nuestro amor.La vida empieza el día en el que amamos
Puesto que me has amado un solo día,
un solo día he vivido yo.
En ese breve tiempo he abrazado
todos los sueños de este mundo; pero
también todas las muertes del dolor.
N. P. Serrano