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miércoles, 3 de diciembre de 2014

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La soledad devasta. En ella, la tristeza
anida su dolor. Y la alegría
se convierte en fatal melancolía
que vuelve podredumbre la belleza.


El mundo se oscurece. Y cada día empieza
como una noche oculta.
                                              Yo era joven.

                                                                        Un día
ella murió; murieron mis anhelos; moría
la voluntad ―el sueño, la firmeza.


Fueron tiempos de furia y de desolación.
Cada instante era en mí como una despedida;
y cada amanecer, un sol amortajado.


He vuelto a sembrar luz sobre mi corazón.
Las semillas arraigan. Reflorece la vida.
La primavera invade mi corazón helado.
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La construcción del poema (X): Bajo el signo de Tánatos

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