Don Señor Desconocido:
- Le agradezco su mensaje y que no lo firme: me evita hacerle publicidad reproduciendo aquí su nombre. Debo igualmente decirle que no le agradezco los términos inopios con que expresa su bilis.
A) Me pregunta usted qué pasó con el Loewe y cómo fui capaz de semejante loewismo.
B) Debo decirle que no puedo decirle lo que ocurrió porque no lo sé; pero sí puedo decirle y quiero decirle lo que me ocurrió.
C) Se lo cuento brevemente en forma de preguntas para que sea usted quien deduzca la última conclusión -aunque sospecho que ya la tiene porque debe de haberle dado un ataque de contumaz clarividencia-. En cualquier caso, si su manera de sacar conclusiones es la que se deriva de su mensaje, no tengo más remedio que decirle: no piense; es malo para la filosofía.
1.- Analice vuesa merced la causa de la fábula: todo surge porque se me acusa y condena -sin una sola pregunta, y convirtiendo este en un país de presuntos culpables- de rechazar un premio para acogerme a otro de mayor cuantía dineraria.
2.- Dada tal premisa, ¿por qué rechazaría vuesa merced, reiteradamente, durante los 5 ó 6 meses anteriores al loewazo, los 6.000 euros de un premio que le ha caído desde la lotería concursil -y sin saber que el destino le depara otra lotería mayor?-. (El ganador del concurso de novela, con todo derecho, cobró su premio diligentemente).
3.- ¿No le parece a voacé, por lo tanto, que la causa no debe de ser monetaria, avariciosa o harpagónica?
4.- Y si no es esa, ¿por qué no creer la que aduje durante todo ese tiempo, incluido el mismo instante en que los esproncedianos me lo comunicaron? (Revise vuesarced las grabaciones de la fiesta premiatoria).
5.- ¿Concursea voacé, señor soldado, por los euros o para que lo que usted ha escrito se edite correcta y corregidamente? Yo rechacé el premio durante todos esos meses porque no me admitieron el texto definitivo del libro premiado, aunque me habían asegurado varias veces su admisión. (Esto -lo de rechazar un premio por razones de edición- me he visto obligado a hacerlo en otras dos ocasiones, antes y después de la desventura loewista: Premios Ciudad de Baena y Ciudad de Ronda. Y lo seguiría haciendo, si hubiera ocasión, siempre que un premio anteponga sus alharacas pomposas a la mejorable escritura premiada).
2.- Dada tal premisa, ¿por qué rechazaría vuesa merced, reiteradamente, durante los 5 ó 6 meses anteriores al loewazo, los 6.000 euros de un premio que le ha caído desde la lotería concursil -y sin saber que el destino le depara otra lotería mayor?-. (El ganador del concurso de novela, con todo derecho, cobró su premio diligentemente).
3.- ¿No le parece a voacé, por lo tanto, que la causa no debe de ser monetaria, avariciosa o harpagónica?
4.- Y si no es esa, ¿por qué no creer la que aduje durante todo ese tiempo, incluido el mismo instante en que los esproncedianos me lo comunicaron? (Revise vuesarced las grabaciones de la fiesta premiatoria).
5.- ¿Concursea voacé, señor soldado, por los euros o para que lo que usted ha escrito se edite correcta y corregidamente? Yo rechacé el premio durante todos esos meses porque no me admitieron el texto definitivo del libro premiado, aunque me habían asegurado varias veces su admisión. (Esto -lo de rechazar un premio por razones de edición- me he visto obligado a hacerlo en otras dos ocasiones, antes y después de la desventura loewista: Premios Ciudad de Baena y Ciudad de Ronda. Y lo seguiría haciendo, si hubiera ocasión, siempre que un premio anteponga sus alharacas pomposas a la mejorable escritura premiada).
6.- ¿No cree usted que incluso una prostituta tiene derecho a decir "no" y a que respeten su negativa? (Sin embargo, violaron mi derecho al "no" en el premio Espronceda y editaron, ocultamente y sin ni siquiera enviarme pruebas de imprenta, un texto macarrónico roído por más erratas de las que soñaría un supergato).
PD:
Si usted precisa cotilleos y menudencias, insensateces y leyendas negras, hartos infundios corren por las celestes e internautarias singladuras de las carabelas que naufragan por el océano virtual. Descúbralas y cristobalíceras colombianamente si quiere. Pero no olvide, cuando vaya a veredictar preclaramente, que con demasiada frecuencia creemos que los demás harían lo que haríamos nosotros: que piensa el ladrón que todos son de su condición.
Que le aproveche el besuviazo.