Muchas personas pasan por nuestra vida, como nosotros pasamos por las de otras. Unas pocas dejan su huella en la nuestra, y otras la dejamos en las suyas.
La alegría propia nace de saber que hemos conseguido aumentar la ajena:
igual que los amantes se sienten más amados con el abrazo mutuo de sus cuerpos y el recíproco gozo de sus mentes.