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jueves, 1 de noviembre de 2012

Los muertos


Rachmaninov / Böcklin: La isla de los muertos

Los muertos

Atraviesa el crepúsculo un pájaro de nieve
y enciende el horizonte sus últimas hogueras.
El umbral de la noche brilla tras la montaña
mientras alzan los tilos su vigor hasta el cielo.
Al final del camino una cruz de durazno
crece entre dos cipreses que mojonan la vida
y da a un campo de fosas como úteros dormidos
donde se desvencijan cadáveres y anhelos.
No hay rosas, ni semillas, ni pájaros, ni trigos.
Solo un extenso llano donde un mar finge olas
y la verdumbre muere bajo el tiempo infinito.
La tierra es el lugar donde enterrar los sueños.
La mano que dispuso el primer fuego, el ojo
que incendió la memoria al tallar la escritura,
el alma que ordenó los astros y las leyes,
el que sanó los cuerpos, quien luchó por el hombre,
todos yacen, milenio y confusión, en las cavernas
que brotan en el yermo
inacabablemente.
Allí la lluvia cae llamando con sus dedos
silenciosos, y nadie le responde;
pero arrastran las aguas su linfa por el mundo
   mientras el viento deja su suspiro en las tumbas.