Bach: Arte de la fuga (fragmento inacabado)
La construcción del poema.- VIII
LA CONVERGENCIA DE LA TRADICIÓN
(Esencias y ramificaciones)
(Esencias y ramificaciones)
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LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA
Tras el desbocamiento del lenguaje en el texto anterior, un ejemplo de biendecir, en el que lo dicho aúna ramificaciones clásicas y provoca reverberaciones en el lector. Aunque ya publicado en este blog, bien merece insertarse aquí de nuevo (*).
Y es la filtración del hombre anhelante en la monotonía cotidiana -la intuición, contemplación, arrobamiento y transfiguración de un locus amoenus, tal vez inaccesible- lo que sigue produciéndome fascinación, misterio, claridad: hipnosis inconcreta.
14.-
Introducción.-
La Literatura -como todas las artes o manifestaciones
humanas- no dignifica al hombre por su noble retórica, ni es admirable por su
soberbia arquitectura, o por su inteligencia... sino que se mantiene en el
tiempo porque proyecta luz sobre la realidad exterior e interior y descubre la
identidad del mundo, la existencia, el individuo, la colectividad: nos aproxima
a una proteica verdad que pretendemos descubrir y se nos escapa porque el
tiempo altera su rostro a fin de envejecerla y rejuvenecerla nuevamente.
Pero es cierto que hay rasgos humanos efímeros o
circunstanciales, y otros esenciales y perennes. Y solo la sabia
Literatura da cuenta de los laberintos y salidas que mantienen su vigencia
en el transcurso de los siglos y milenios. Entonces es cuando el hombre se hace
verbo: y los hombres sucesivos lo pronuncian. Verbo hay, afortunadamente, que
ha puesto nombre a casi todos los rostros, y máscaras, del ser humano.
Ejemplificación.-
Veamos, como ejemplo de temas esenciales,
"Mecánica terrestre", un poema del libro del mismo título de Álvaro
Valverde:
Lo mismo que una imagen
recuerda a alguna análoga
y una sombra a la fresca
humedad de otra estancia
5 y un olor a una escena
cercana por remota
y esta ciudad a aquélla
habitable y distante,
así,
cuando la tarde
10 se hace eterna y es julio
todo expresa una múltiple,
inasible presencia,
y
el agua es más que el filtro
de
lo que fluye y pasa
15 y la luz más que el velo
que
ilumina las cosas
y
el viento más que el nombre
de
una oscura noticia.
El poema tiene una arquitectura tan eficazmente
sencilla como férrea; tanto que pudiera pasar desapercibida su simetría y
trascendencia: construido sobre un ritmo heptasílabo, sus 18 versos tienen un
eje sustancial formado por tres tramos semánticos encadenados en una sola frase
(el autor, tal vez para evidenciarlo, ha evitado la grafía de las
probables comas que marcarían las pausas fonéticas). Estos son sus semas:
Versos 1-8: breve enumeración de cotidianidades.
Versos 9-10: anclaje en un tiempo concreto.
Versos 11-18: invasión del asombro.
Los 18 versos están simétricamente repartidos:
8 + 2 + 8
Aunque, en realidad, la estructura es la de
breves núcleos de dos versos que van incardinándose mediante la anafórica
copulativa y , solo una vez ausente de su anaforismo, que da
fluidez y fugacidad al texto.
Los tramos vienen a traducirse semánticamente
en
"lo mismo
que... / así... / es"
A) El primer tramo, instalado en un tiempo
sucesivo y monótono, lo configuran cuatro elementos que remiten
comparativamente a otros cuatro similares, cada uno, como digo, ocupando
dos versos:
imagen > imagen;
sombra > estancia;
olor > escena;
ciudad > ciudad.
B) El segundo tramo, también en dos versos,
supone la condensación del tiempo en el instante. Lo cual permite, a la
inversa, concluir que también el instante contiene todo el tiempo. En otro
poema, el autor insiste sobre ello con una paradoja: "el instante,
esa efímera razón de permanencia".
C) El tercero, mostración del instante
intemporal, expone cómo se asoma el infinito oculto en la conciencia del
cosmos o del hombre -uno y otro recíprocos espejos-. Igual que el comienzo de
los conciertos 1 y 2 para piano de Prokofiev nos desubica y parece sumergirnos
en otra dimensión, huyendo de lo indefinible, se enuncia simplemente la
concreción en lo maravilloso del eterno fluir de lo anecdótico: el prodigio que
ya contemplara, similarmente, el conde Arnaldos.
La simetría queda así:
sucesividad /
instante privilegiado / manifestación del sortilegio
La elipsis como presencia.-
¿Qué va a ocurrir tras ese lance en el que se nos
introduce sin describirlo? El poeta renuncia a majestuosidades y se queda con
la alusión a la inefabilidad como expresión concreta de la multiplicidad de los
sentidos: "todo expresa una múltiple, / inasible presencia". El agua,
la luz y el aire dejan entrever su condición metafísica, su identidad de
pasadizos hacia un más allá de los sentidos y de la materia. Parece que va
a llegar lo indefinible transustanciador y se nos va a adentrar en la carne -o
a florecer, por fin, desde ella- con el mismo vigor con el que se nos incrusta
el Respighi de "Los pinos de la Vía Apia", uno de los crescendos más
notables que yo haya escuchado.
"El aire se serena / y viste de hermosura y
luz no usada", parece decírsenos, frailuisianamente, a partir del
verso noveno. Y esa tarde de julio es algo más que un instante infinito.
"La transparencia, Dios, la transparencia", que diría JRJ.
En el fondo, el meollo del poema pudiera ser esta
oración principal a la que se le van adjuntando los meandros de los versos: En
una tarde paramística de julio sentí el escalofrío de la plenitud.
Gerardo Diego lo "relata" de esta
manera: "Era en Numancia, al tiempo que declina / la tarde del agosto
augusto y lento. / La luz se hacía por momentos mina / de transparencia y
desvanecimiento".
Sin grandes palabras ni exaltaciones métricas,
con léxico sucinto y cotidiano, deviene lo mágico del instante eviterno. La
consecuencia síquica sin causa física: la transustanciación de la
materia, la rozadura del éxtasis sin religiosidades: el esplendor
oculto de la naturaleza deshojando sus ascuas escondidas. Es la acechanza
dulcísima de Teresa de Jesús, por ejemplo, desprovista de mixtificaciones:
el M'illumino d' inmenso, del poema monoversal "Mattina",
de Ungaretti: como si una divinidad apresada en la médula se escapase por una
brecha de la racionalidad y reclamase su existencia exterior. (En otro
poema dice Valverde: "Con las últimas luces la mirada se pierde /
luminosa de eterno").
De este modo, la "mecánica terrestre"
-el río de la vida- consiste en un laberíntico flujo de frivolidades que
desembocan inesperadamente en presencias metafísicas, presentimientos y
clarividencias. Pues somos individuos tracendentes, esquirlas de una
estrella, arcilla desde el cosmos.
La vigencia de un texto.-
¿Importa este poema al hombre actual? Creo que
podría servir de prefacio para una antología de textos sobre la inmensidad.
Porque ¿Quién no ha sentido en medio de la prosa cotidiana la percepción fugaz
de un infinito?
Me pondré como ejemplo de sentidor de esas
experiencias:
Desde mi primera adolescencia, inesperadamente y
con pánico al principio, he sentido un íntimo fulgor que después me pareció
descubrir en algunos poemas amorosos y místicos, y más aún, en la música. Era
como si la belleza apresada en el tedio del escepticismo melancólico que me
atenazaba burlase sus barrotes y convirtiera, por un instante solo, mi infierno
en paraíso.
Y es la filtración del hombre anhelante en la monotonía cotidiana -la intuición, contemplación, arrobamiento y transfiguración de un locus amoenus, tal vez inaccesible- lo que sigue produciéndome fascinación, misterio, claridad: hipnosis inconcreta.
Perseguidor de esas sensaciones, y perseguido por
ellas, siempre he preferido Fray Luis a Juan de Yepes: porque este busca un
cielo más allá de esta vida, y aquel el paraíso del sosiego en esta: eso lo
hace humano, no un mendicante de milagros. Igual preferencia siento por Lope
frente a Quevedo: carnalidad, no etereidad. Aunque una implica la otra y cada
una me haya remitido a ambas. Empecé a comprenderme ante las páginas de
Dostoiewski y Herman Hesse, entre otros muchos. Ahora este breve poema enuncia
el instante intemporal y desemboca en él. Lo cual me lleva a concluir que tal
presentimiento o intuición poseyó también a esos, y otros muchos hombres, que
escribieron sobre ello: de modo que su contenido es patrimonio sustancial de la
humanidad.
En resolución:
La belleza y trascendencia no son útiles solo
para los sentidos sibaríticos. Son los músculos que vigorizan el espíritu y,
por lo tanto, la sujeción de la materia carnal de todos los mortales.
Estos versos recuerdan esa espiritualidad profana inherente al hombre que la
sociedad ha ido marginando en su fuga hacia el progreso mecanicista y robótico.
Su sustancia la sentía a flor de piel el homo sapiens de
las cavernas, y la oculta la coraza con que la modernidad pretende
insensibilizar la conciencia. De modo que este poema trata de uno de los temas
esenciales que definen a ese ser "demasiado menor que chiquitito" (M.
Hernández) que es, "considerado en frío, imparcialmente"
(Vallejo), el ser humano: para que recuerde que no solo de pan y circo
vive cada día, sino que su dimensión es más elevada. Su contenido nos remite a
otros textos que dejan constancia de la metafísica que alberga "este
armazón de huesos y pellejo" (Bécquer) convertido en el "ángel
con grandes alas de cadenas" (Blas de Otero) que ya previera
Baudelaire en "El albatros". Tal vez sea el èlan vital
que hallamos a lo largo de la Historia en las huellas y fragmentos de identidad
e inmensidad que ha ido arrojando en su camino: Platón, Plotino, materialismos,
idealismos ... Todo ello demuestra que la dicotomía cuerpo / espíritu no es una
oposición, sino una unión indisoluble. Y que lo mejor está en esa parte, lugar
o utopía que a veces nos asalta. Nombre o identidad de ese otro ser
nuestro cuyo rostro queda "allí donde la pluma se detiene".
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Posdata: Puesto que la tecnología lo permite, el lector hará bien en pulsar aquí y aquí para entender mejor, o completar, cuanto he pretendido decir (aunque en el segundo texto trasladase mi sensación profana al personaje místico al que se la atribuyo).
(*) (Ver Poemas comentados, VII)
Posdata: Puesto que la tecnología lo permite, el lector hará bien en pulsar aquí y aquí para entender mejor, o completar, cuanto he pretendido decir (aunque en el segundo texto trasladase mi sensación profana al personaje místico al que se la atribuyo).
(*) (Ver Poemas comentados, VII)