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jueves, 15 de noviembre de 2012

LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (VII)

Bach: Arte de la fuga (orquestación de Malher)



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LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA



La construcción del poema (VII)
Tentativas sin logro: Un “Canto encadenado”

13.-

Ocurre con La venganza de Don Mendo que, probablemente, sea la mejor pieza teatral para mostrar los rasgos del teatro romántico, puesto que, al caricaturizarlos, manifiesta y resalta los rasgos distintivos y esenciales.

Similarmente, sucede que resulta más ajemplarizante hacer ver lo que no se consigue de lo conseguible que lo conseguido: que un poema imperfecto hace más visible la invisibilidad de la buena poesía, ocultas como quedan las causas de sus fulgores en el buen poema. Este es el motivo, tal vez erróneo, de haber elegido el siguiente texto como ejemplo de espuria idoneidad:

CANTO ENCADENADO

Cuántas constelaciones de claras hermosuras
rodando por mi mente, sin posible destino.
Jamás podré crearlas con tantas ligaduras
que me anilla en el alma mi trabajo asesino.

Me hace trocar el oro del cielo por el cobre
del mundo material; me amarga y desespera
cuando, duro y brutal, me hace dos veces pobre
robándome el ensueño, la luz, la primavera.

Nada puedo contra él: dos niños corazones
-arroyuelos que cantan la misma sangre mía-
y el amor a mi esposa son las grandes razones
que estrangulan mi grito de ansiada rebeldía.

Deseando la paz, quiero aplacar mis sueños:
borrarlos, como borra la aurora a las estrellas,
pero igual que la espuma son vanos mis empeños:
germinan sin descanso, renacen como ellas.

Cantaré entre herramientas de fatiga y quebranto,
ya que un fuego inmortal, divino, me lo ordena.
Pero siempre habrá un dejo de amargura en mi canto
mientras llore mi alma su pesada cadena.


Uno
A) El lector de este poema tiene una primera percepción: la de hallarse ante la confidencia de un hombre perseguido por un fatum que le impide escribir, lucha que despierta su simpatía y solidaridad. Cuando este lector se acerca a la vida del autor añade otra sorpresa: en lugar de posar de poeta, se alejó de la escritura.

B) Sin embargo, la empatía empieza a diluirse cuando, al releer con atención, va materializándose la sospecha de que algo “no funciona” o de que “hay trampa”: que falta la idoneidad entre lo expresable y lo expresado; o quizá es que retorció lo que sentía y expresó tal retorcimiento. Y, tratando de ser objetico, observa que:

Dos
1.- El poema, compuesto por cinco serventesios alejandrinos, empieza con una oposición de contrarios; esta dualidad antagónica se mantiene, con diferentes expresiones, a lo largo del texto. En la primera estrofa, frente a las “constelaciones de claras hermosuras” (la inspiración) surge el “trabajo asesino”, que impide la realización de aquellas.

2.- Esos contrarios también ponen de manifiesto la escisión de la dualidad hombre-poeta. El hombre es más pobre (“cobre del mundo”) cuanto más trabaja la dura realidad cotidiana frente a la riqueza que supondría el ejercicio de la escritura (“oro del cielo”; estrofa segunda).

3.- Hombre este que no consigue ser poeta creador de luz porque dos “niños corazones" y una “esposa” reclaman el sustento que solo el trabajo puede conseguirles (tercera estrofa).

4.- De manera que el hombre, “deseando la paz”, decide renunciar al sueño del poeta, innumerable e incansable en su acechanza (“renacen”; estrofa cuarta).

5.- La inspiración es tan acosadora del poeta que hay en ese hombre que su canto se convierte en planto, originado por la “pesada cadena” del trabajo (quinta estrofa).

Tres
¿Qué es lo que empuja al lector a rechazar el texto?

A) El verso “Cantaré entre herramientas de fatiga y quebranto” le hace ver que lo que parecía vigor expresivo es prueba definitiva de tremendismo: que al escribir este texto, su autor, Carlos Fenoll estaba poseído retóricamente por el malditismo romántico que anega el "Sino sangriento" de Hernández.

B) La ejecución del tema no es precisamente ejemplar: la arquitectura retórica, la confusa sintaxis (versos 3-4), los ripios (el hiperbólico y disparatado “trabajo asesino”), la endeblez de comparaciones y metáforas ... lo certifican, y encadenan este “canto” -que es una autoelegía autocompasiva- al olvido.

C) El poema nace dentro del contexto lírico y cultural del mito de Prometeo, encadenado por iluminarse e iluminar al hombre con la palabra, y castigado, como Sísifo y Tántalo, a sufrir por lo que anhela y nunca ha de alcanzar. De estas ansias de superación y rebeldía esclavizada surge la “melancolía” clásica, el “dolorido sentir” de Garcilaso, el “fastidio universal” de Meléndez Valdés, la “pena negra” lorquiana, el “penar” hernandiano… y tantos otros que conforman ese concepto del flamigerio adánico de la existencia. Una larga tradición que desemboca en el malditismo existencialista. Muchas de esas lecturas tal vez no fuesen conocidas por Fenoll; pero las bebería, filtradas, en el citado “Sino sangriento”.

Y he aquí lo que empieza a ser ira en el lector: el punto de partida de Fenoll es su más grave yerro: la reducción del trágico fatum -sobre el que insiste en “La hora maldita”- al simplismo del trabajo cotidiano, “mentido robador” -que diría Góngora- de la obra poética que espera ser escrita: y es que Fenoll, pretendiendo trascendentalizar su circunstancia como esencia, la malversa y considera el trabajo causa -con la que excusarse- de su escasa y deficiente escritura. “¿Pues qué? -se dice el lector en este punto; o me digo yo como lector-. ¿No era trabajoso, y más, el bregar en los campos de batalla y de la página el de aquellos que vivieron “tomando ora la pluma, ora la espada”? ¿O acaso vendrá una lotería celeste a limar la “pesada cadena” del trabajo con que Yavé castigó a los hijos de Adán?”. Y en ese instante el fraude, voluntario o inconsciente, queda al descubierto.

Y sigue diciéndose el lector: he aquí el ejemplo de un hombre que, pretendiendo ser digno, confiesa su incapacidad con un poema indigno. Se miente como hombre que quiere ser sincero y se equivoca como poeta, que es el que le hace mentir. De modo que el poema resulta patético. El patetismo nace de la impostación y del intento de convertir una causa sencilla (*no sé escribir y el trabajo me quita el tiempo para aprender*) en una coartada cuyo resultado es una impoluta falta de lirismo.

D) ¿Qué pretendía decir Fenoll? Me permito leer libremente algunos versos:


Cuántas constelaciones de claras hermosuras
rodando por mi mente, sin posible destino,
aunque un fuego inmortal, divino, me las dicta.

Jamás podré crearlas con tantas ligaduras
que estrangulan mi grito de ansiada rebeldía.

Porque siempre habrá un dejo de amargura en mi canto
mientras llore mi alma su pesada cadena.

Creo que ahí están los contenidos, a falta de completar algún nexo semántico -además del poeta que haga vibrar al lector-. Pero el versolari recarga la palabra y ridiculiza la batalla contra el destino; y con ello, el poema.

En definitiva
Forzado a escribir por los requerimientos de amigos, Fenoll volvió varias veces al verso al que los afanes juveniles lo habían llevado, y al que la leyenda de Hernández lo devolvía. En esta ocasión el hombre que hay en el presunto poeta reconoce su fracaso y acepta su frustración; pero no con un mea culpa. El trovero insiste y lo que es intento de justificación deviene demostración de la minusvalía poética.

Muy en cuenta debió de tener Fenoll la Rima I de Bécquer, aquella que habla del “mezquino, rebelde idioma”. Era consciente de sus limitaciones y las de sus tahoneros, quienes pensarían que si un “pastor de cabras” fue elevado a la categoría de poeta, por qué no iban a serlo un asfaltador o un panadero. Creo, sin embargo, que si algo puede aprenderse de Fenoll es su decisión de no escribir porque tuvo conciencia de que no sabía hacerlo con la dignidad necesaria. Esa voluntad es la que no respetan sus contumaces encomiastas: sobre todo  pregonando, con homenajes centenarios, lo que el autor quiso silenciar.  

Hay demasiados “escritores” y “artistas” que no son patrimonio de la humanidad, sino de chovinistas del lenguaje y de las geografías. Y es que el chovinismo no da buenos consejos.


Guillermo Bellod