El ministerio de incultura es tan diestro en su siniestro proyecto educativo que, muy evangelistamente, procura que lo que hace su mano derecha no lo sepa su mano izquierda.
Lo malo es que tampoco tiene idea de lo que hace con la zurda mano derecha y todo resulta ser una retahíla de renglones torcidos.
Si no fuera porque la Historia lo desmiente, se diría que el ministril es el apócrifo e hipócrito autor de la sentencia "Solo sé que no sé nada".
No me extraña que aún se diga, por ejemplo, "el manco de Lepanto"; y no me extrañará que pronto se oiga igualmente "Garcilaso de la verga baja", o que Quevedo era tuerto de oído, o que Lord Byron cojeaba de un brazo. El orden de los factores empieza a alterar el producto.