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viernes, 2 de octubre de 2015

Saber decir adiós (2)


Mussorgki: Canciones y danzas de la muerte


     Cuántos pasan sus años temiendo que el médico les diagnostique un cáncer y se consumen esperando la aparición de esa amenaza. Mejor viviríamos -por difícil que resulte afrontarlo en el primer instante- si aceptásemos que el cáncer empezó cuando nacimos porque la muerte forma parte de nuestras células, que estas van degenerándose hasta que la necrosis aparece en cualquier lugar de nuestro cuerpo. Que morimos mientras nacemos, mientras caminamos, mientras sonreímos; y que pensar en ello obsesivamente no acelera ni detiene el proceso. Que el médico nos lo anuncie antes o después no es más que una constatación de la condición mortal de la existencia: una cuestión de fechas. Somos material fungible y en el ADN está impresa nuestra caducidad. De manera que, una vez asumido, solo queda seguir caminando y disfrutar del paseo haciendo disfrutar a los paseantes que nos contemplan. Es la mejor terapia: la aceptación templada de lo inevitable. Y la ofrenda de nuestras experiencias para que de ellas se beneficien quienes nacen.
     Además: ¿Quién ha dicho que la muerte no es una puerta hacia otra estancia?