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miércoles, 21 de octubre de 2015

Bodegón

Mozart: Adagio y fuga

Atardecer 

Es una tarde pálida. Las nubes 
dibujan laberintos en el cielo.
Filtra la lluvia el sol y el libro queda 
entre mis manos, en penumbra a veces,
sin que mis ojos puedan descifrar 
sus palabras de oro. Lo reclino
sobre mi frente, como un lento párpado
que me hunde en la almohada y me sumerge
en un oscuro sueño melancólico.
Una paloma posa su blancura 
mojada en el alféizar; y al mirarla,
la tarde se ilumina y amanece,
dentro del corazón, un cálido sosiego.