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martes, 17 de enero de 2012

Cuadernos del Matemático (Aventuras poéticas)





Puesto que poco queda de lo mucho que hubo en otros siglos, las antologías, aun a riesgo de equivocarse, debieran dar muestra de lo que debe haber, no de lo que hay. Sin embargo el criterio selectivo es suplantado por el representativo de los gustos del público, con lo cual, como este adolece de mediocridad -factor común de la humanidad, mal que nos pese­- se antologa lo banal y perecedero.
Tal labor de mostrar lo que hay corresponde más acertadamente a las revistas, periódicos y blogs, volanderos y volátiles por principio. Lo cual no exime de la más estricta selección para que no se oferte como modelo lo que, futuriblemente pero no con gratuidad, exhiben la falta de autocrítica autoral y la irresponsabilidad del editor.
Quienes hemos dirigido, siquiera modestamente, revistas y colecciones de libros, y hemos abandonado la tarea después de una decena de números, sabemos lo admirable y reconfortante que resulta admitir la existencia, durante 23 años, de una publicación que no ha cedido ante los riesgos del independentismo, la indefensión ante la fragilidad del mecenazgo, la búsqueda de originales, la intolerancia de cuantos no admiten el rechazo de sus textos, el menosprecio de quienes envidian nuestro heroísmo pero lo ensombrecen. Cuadernos del Matemático -y su director, Ezequías Blanco- ha demostrado que estar solo ante el peligro merece, efectivamente, un óscar literario. Ni endriagos, ni fantasmas plumíferos, ni adversos malandrines, ni otros muchos facedores de entuertos han podido, ni parece que puedan, rendir la clamorosa pluma que imprime semestralmente su escritura plural en el esperanzado y noble lector hambriento de su savia. Al final lo que queda es la obra bien hecha, el aplauso interior de aquellos que comprenden y el orgullo de ser el esforzado artífice de tanta maquinaria.