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lunes, 23 de enero de 2012

Poemas comentados (I): La muerte de la belleza




Ya Shakespeare desconfiaba en el soneto XVII: “¿Quién creerá en el futuro mis poemas? /.../ el porvenir dirá: miente el poeta, / que ese rostro es de un dios, no de un humano”. Y Quevedo: “Sol os llamó mi lengua pecadora / y desmintióme a boca llena el cielo…/ en vos llamé rubí lo que mi abuelo / llamara labio y jeta comedora…”.

El “Soneto de tus vísceras”, de Baldomero Fernández Moreno (1886-1950), transgrede la tradición petrarquista, que es tanto como decir la lírica hispánica desde Garcilaso. Efectivamente, parece haber escrito un manifiesto práctico contra los rimadores del amor, cansado de leer las mismas virtudes físicas de la amada con iguales metáforas y rimas semejantes. En vez de exaltar el oro rubio del cabello, el clavel de los labios, las perlas de los dientes, y otras clonaciones pocas veces fértiles del Renacimiento, Siglo de Oro y Romanticismo, se aleja hasta el extremo opuesto del trovadorismo con el propósito de volver dignos del poeta las otras partes ocultas de la amada; no aquellas prohibidas por pudendas, sino las que hacen posible la vida y la hermosura exterior, por muy gelatinosas o herrumbrosas que resulten fuera de la mirada del poeta.

El poeta ripioso que fue Baldomero, aunque ensalzado por Borges, pretende denunciar los ripios de la tradición renunciando a ellos; y, agudizando su mirada de médico, canta -con el bisturí de la pluma- las entrañas de la amada. Tras el éxtasis de la enumeración descriptiva de las virtudes eróticas, llega la catarsis del adentramiento sexual. Antes de que el cine gore ofreciera banquetes visuales de tripas y de sangre, este poema descarna el erotismo para mostrar el embeleco y falsedad de la sublimación, con una mirada entre realista y sarcástica en la que, en el último verso, el poeta se reconoce sublimador porque, como la amada, también es barro. Muchos dirán que es antilírico, y tendrán razón. Pero resulta que la poesía es antitodo; es decir: antídoto contra el tópico, si bien, a veces, en casos como este, se desvía en exceso por los caminos del antiesteticismo. Comoquiera, he aquí las intimidades fisiológicas de Beatriz, Laura, Fianmetta, Elisa, Filis, Lisi y tantas otras “madonnas” que enardecieron el corazón y los poemas de Dante, Bocaccio, Lope, Quevedo... en un curso acelerado de autopsia, necrología y desenamoramiento (que tal vez hiciera las delicias del mierdismo de Bukowski y L. Mª Panero):



            Soneto de tus vísceras




             Harto ya de alabar tu piel dorada,
             tus externas y muchas perfecciones,
             canto al jardín azul de tus pulmones
             y a tu tráquea elegante y anillada.



             Canto a tu masa intestinal rosada,
             al bazo, al páncreas, a los epiplones,
             al doble filtro gris de tus riñones
             y a tu matriz profunda y renovada.


             Canto al tuétano dulce de tus huesos,
             a la linfa que embebe tus tejidos,
             al acre olor orgánico que exhalas.

             Quiero gastar tus vísceras a besos,
             vivir dentro de ti con mis sentidos...
             Yo soy un sapo negro con dos alas...