La invasión de los cuerpos
El laberinto de la transgresión
convirtió la azucena en una rosa.
Sinestesias y sílices rampaban
por las iridiscencias del crepúsculo.
Yo inventaba tu cuerpo y dictaba tu efigie
a imagen de mis sueños y mis ansias.
Con zafiros y claros sortilegios
trenzaba tu belleza.
El corazón sonaba como un batán perdido
pulsado por misterios y pájaros, gorgonas
y oscuras armonías.
Pero llegaste desde
tu realidad hasta la mía.
Se fruncieron nuestras naturalezas
y amé tus ojos y tu inesperada
efigie de otro mundo para el mío.
Eres la transgresión de la materia.
Como un polen de labios me besaste
y yo besé la escarcha de tus ojos.
Llevas un dios oscuro en la mirada
y tu boca lubrica los infiernos.
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