El desencanto
Aceptar que una estrella silenciosa
Aceptar que una estrella silenciosa
es, en verdad, el fuego de un infierno,
y que en el resplandor del alba hermosa
nace la noche con su breve invierno.
Admitir que la muerte lujuriosa
se engendra ya en el cíngulo materno
y florece en el lirio y en la rosa
porque todo es fugaz y nada eterno.
Comprender que son vanos los empeños
del vivir por huir de un fin amargo
y que al hombre lo rige el desengaño.
Saber que el corazón inventa sueños
para sobrevivir: y, sin embargo,
no poderse engañar con ese engaño.
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