La fuente en la ceniza
Tan inexánime y radiante era su rostro que sentí que acababa de entrar en un walhalla. Sus ojos centelleaban como un éxtasis, y de sus labios colgaba un largo beso.
Consideré que hay cosas en la vida que jamás pueden vivirse, pues están fuera de nuestro alcance o, simplemente, la presurosa muerte no nos concede tiempo para alcanzarlas. Así que decidí vivirlas todas comprimidas en el aquí y ahora de aquel instante mágico: me acerqué suavemente, como para no despertar la dulce presa que acechaba, y la besé: besé aquel beso que caía igual que una delicia desde otra dimensión.
Y, aunque no volví a verla, fui feliz.