Ruinas
La herrumbre de la piedra y el cuervo solitario
son el breve paisaje con que el tiempo rubrica
el esqueleto de un ayer glorioso.
Brilla el sol en los riscos como un fulgor sombrío
que rememora pálidos cadáveres
de nobles y castillos, de músicas y danzas.
Ya solo quedan huellas de espadas esplendentes
en la forma del leño requemado
y en el rayo de luna que hiende la ceniza.
Oasis fue este alcázar para el viajero hambriento
de saber y solaz, y en sus claustros aún quedan
anaqueles y atriles como páginas duendes
del santuario de la biblioteca.
Monasterios y torres se esparcen por el mundo
como tristes reliquias y oscuras calaveras
de un cementerio universal sin nombre.
Pero no son las ruinas desechos del pasado,
sino el libro infinito donde la mente lee
su relación de causas para un mañana fértil.