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jueves, 15 de enero de 2015

Klimt: La invasión de la ruina


La ninfa golgotada


Ante el umbral
Ruinas 


La herrumbre de la piedra y el cuervo solitario 
son el breve paisaje con que el tiempo rubrica
el esqueleto de un ayer glorioso.

Brilla el sol en los riscos como un fulgor sombrío 
que rememora pálidos cadáveres
de nobles y castillos, de músicas y danzas.

Ya solo quedan huellas de espadas esplendentes 
en la forma del leño requemado
y en el rayo de luna que hiende la ceniza.

Oasis fue este alcázar para el viajero hambriento 
de saber y solaz, y en sus claustros aún quedan
anaqueles y atriles como páginas duendes
del santuario de la biblioteca.

Monasterios y torres se esparcen por el mundo 
como tristes reliquias y oscuras calaveras
de un cementerio universal sin nombre.

Pero no son las ruinas desechos del pasado, 
sino el libro infinito donde la mente lee 
su relación de causas para un mañana fértil.

Böcklin: La isla de los muertos

Kokoschka: La novia del viento

Eduardo Lastres: La puerta del milenio