Hace unos días Radio Clásica fue reconocida con el Premio Ondas. Lástima que los concesores se hayan retrasado tanto en reconocer sus méritos: quizá se nota su ausencia, ahora que ha desaparecido de las ondas la riqueza musical que durante décadas ha mantenido.
Recuerdo cuando yo recibía mensual y gratuitamente un libro de un centenar de páginas con todos los contenidos, incluidos directores y orquestas, horarios... En realidad llegaba a nombre de mi hijo, a quien había suscrito cuando contaba un año. Qué décadas aquellas: la música "clásica" todo lo invadía, y también mi vida escuchaba otro alrededor. Era un oasis para quien se autoexiliaba del mundanal bullicio. (Hoy persiste esa revista, traducida on line).
¡Porque hay que estar al día!, se me dirá -¿aunque los días estén contra nosotros?- No sé si cualquier pasado es mejor, ni si no hay mayor tristeza que recordar primaveras cuando hostiga el invierno. Pero -cada uno tiene su vara de medir- aquella cultura musical estaba más viva -y sus contenidos me daban más vida-, que la que ahora -uniendo a la frivolidad el espantajarismo- pasa por ser tal. Los diseñadores sociales debieran tener en cuenta que la música es el elemento que más influye en la configuración de los sentimientos del individuo y, por ello, de la sociedad.
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