Aquel animal -simio, reptil, pez, piedra galáctica...- se preguntó con lentitud por las montañas, el mar, sus propias manos.... y trepó hasta los silogismos con el arma de la conciencia vislumbrante de que a la luz le sucedía la noche y que todo tenía causa y efecto. Aún sigue preguntándose por qué nacer implica muerte y por qué la muerte no es causa de más vida o de otra vida. Y su mente no alcanza a adivinar el porqué de las metamorfosis humanas o estelares.
Una mujer y un hombre, así enlazados, recorrieron innúmeros caminos y fue el amor su sola compañía, su báculo, su ángel protector.
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