Berlioz: Sinfonía fantástica, 2
Cuando Berlioz sepulta bajo una frase de su Sinfonía fantástica a su amada, le estaba dando vida, en realidad.
Cuando Wagner hace morir a Isolda, consigue que el amor se inmortalice.
Y cuando Schumann, después de oír entre los pentagramas a los ángeles, se arroja levemente al Rhin, no buscaba suicidios, sino vida.
De igual modo, tampoco Mozart hablaba de la muerte en su Requiem, sino del júbilo de atravesar la luz y ser la luz.
Incluso el desdichado Eróstratos destruyó la memoria de una diosa para ser recordado y vivir sobre el tiempo ejecutor de la existencia.
¡Tanta es la fuerza con la que el hombre ama su identidad e intenta prolongarla!
Eso sintieron Gauguin y Mary Shelley, y cuantos con pincel, pluma, instrumento, volcaron su ansiedad en sus anhelos.
¿No hay más vida en la vida que esta vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario