Biblioteca Miguel de Cervantes
Querida Raquel: Aunque el tema ya se ha convertido en tópico y contumacia, te contesto por tu tono amable (no es así el de otros que insisten verborreicamente en el mismo).
Naturalmente que resulta agradable recibir un premio por un libro -por ejemplo-; pero solo es eso: una alegría. Porque ¿qué es un premio sino el resultado de una opinión? Se supone que se premia el mejor libro: ¿pero es bueno el mejor o uno más entre tantos? ¿Tienen algo que ver los concursos con la poesía?
1.- Un conjunto de textos, o cuadros, o músicas es calificado por un jurado; este emite su veredicto. 2.- ¿Es sensato el criterio del jurado? 3.- Ese mismo conjunto leído por otro jurado con otro criterio premiaría otro libro. 4.- Hay tantos concursos que no es extraño que muchos pésimos libros consigan algún premio. 5.- De modo que ¿por qué ir más allá de considerar un premio como "un accidente agradable que te ocurre en la vida?".
Echegaray y Cela fueron adobados con el Premio Nobel. ¿Será posible? A Galdós se lo negaron, y a Borges más de una docena de veces. Insisto: ¿Será posible?
Ni el Premio Mundial Fernando Rielo, ni el mundialísimo Loewe, por ejemplo, son más que premios: azares sujetos a unas azarosas normas, alegres accidentes, simples circunstancias de un libro. Claro está que en esta sociedad de desafectos, envidias y vanaglorias hay quien se estangurria incluso por haber sido finalista del concurso del barrio (cuyo tema poético obligado puede ser "la herradura y su estado de desgaste en el pollino con el que Cristo entró en Jerusalem").
Conclusión: así va la enseñanza, así va la cultura, así va la política: así va aqueste mundo.