En ocasiones, lo que nos parece evidente no es lo verdadero: la lógica intuitiva nos dice que un quilo de hierro lanzado desde un precipicio llegará al suelo antes que un quilo de paja. Sin embargo, no es así. Ya Galileo lo demostró desde la Torre de Pisa, aunque no se confirmó eficientemente hasta que el astronauta David R. Scott lo hizo lanzando en la Luna una pluma y un martillo.
Igualmente, parece aceptable que las 154 sílabas de un poema lleguen con la misma reverberación e intensidad emocional e intelectiva que las 154 de otro de igual estructura. Y tampoco es así, como demuestra la comparación entre los sonetos de Quevedo y Parásito.
Igualmente, parece aceptable que las 154 sílabas de un poema lleguen con la misma reverberación e intensidad emocional e intelectiva que las 154 de otro de igual estructura. Y tampoco es así, como demuestra la comparación entre los sonetos de Quevedo y Parásito.
Cada vez que utilizamos una palabra, esta no surge virgen del diccionario denotativo sino que arrastra todos los significados reverberantes de cuantos la han utilizado, reverberaciones que sacuden, con desigual fortuna, tanto al hombre de la calle como al autor más culto, quienes le otorgan, enriqueciéndola o empobreciéndola, nuevas connotaciones: eso es lo que hace que un poema sea fértil o yermo.
Es la estrategia del creador de un texto la que ordena y talla los genes verbales, el genoma sintáctico, el adeene lírico. Porque, definitivamente, la sintaxis semántica es la que, convertida en demiurgo, categoriza un poema. Y es que en Arte -y en lógica- el orden de los factores sí altera el producto.
Hay demasiados publicadores de sus escritos que rezan para que los reseñen con críticas gloriosas. Sin embargo carecen de la más mínima autocrítica y se lanzan a publicitar e incordiar con su escribiduría.
Hay demasiados publicadores de sus escritos que rezan para que los reseñen con críticas gloriosas. Sin embargo carecen de la más mínima autocrítica y se lanzan a publicitar e incordiar con su escribiduría.
Vaya esta calamidad versística para tanto poetífero recalcitrante:
Sonetazo de 154 sílabas
Poetas que escribís versos de viento,
ruiseñores de la versolatría
que juglariáis la gran algarabía
aprendida en la hiel del excremento:
¿Qué músicas seguís en el intento
de almibarar vuestra disentería,
si escribís versos, pero no poesía,
con sílabas sin pies, alma ni aliento?
Prosisómanos son vuestros poemas,
estangurrios, caníbales y tísicos,
como nacidos de parlante afasia.
Famamundiarse a base de lexemas
estupradores, chancros, sifilíticos:
tal es, poetas, vuestra idiosincrasia.