Rodrigo: Adagio (C. de Aranjuez)
Llegaba la tristeza como un río desde el cielo y llovía levemente sobre el jardín. En él me refugiaba para templar con sus perfumes ebrios la gris melancolía de sentir.
Brotó el sol y sus rayos golpearon furiosamente las violetas glaucas, índigas, añiles.
Y contemplé cómo una, sigilosa igual que un sortilegio, o acaso, simplemente por el peso de las gotas de agua, se inclinaba y guarecía la vida de la más breve y exigua.
Entonces comprendí: El único sentido que tiene la existencia es el de hermosear con nuestras vidas las de aquellos que vienen tras nosotros.