A los descubridores de América -Colón y Compañía- les costó mucho comprender que habían llegado a unas tierras inesperadas, a otro mundo, y que su descubrimiento les obligaba a aceptar que la existencia ya no sería la misma desde ese instante. Todo iba a ser diferente porque cuando una parte del todo cambia se altera el todo y ya nada es lo mismo: pensamiento, costumbres, perspectivas...
Así puede afrontarse esta novela de Arthur C. Clarke: una ejemplificación de cómo el hombre, adentrado en la nueva tierra del Espacio Infinito, deja de ser él mismo para limitarse o completarse con otras energías y elementos que alteran su materia y su espíritu. Eso entreví, creo recordar, al leer 2001, una odisea en el espacio, cuando Salvat -durante dos años- publicaba semanalmente sus libros para culturizar a las masas.
Desde el origen del hombre hasta un futuro futurible, el lector asiste al relato del devenir de la criatura humana entre arcillas y estrellas. Desde la hominización a la robotización. Inteligencia extraterrestre causante o vigilante de la nuestra, y rebelión de las máquinas, suplantadoras del hombre.
La novela cuenta, además, con una versión ilustrada inmejorable: el film que Kubrick ideó mientras se escribía el relato, siendo, en buena medida, anfibia la autoría de esta novela.