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jueves, 29 de septiembre de 2016

El abrazo perdido

Strawinski: La carrera de un libertino


No tuvo piedad de nadie, siquiera ni de sí mismo, y esto es lo que oyó al final:

     "Sí: fuiste el resplandor de muchas noches y fascinaste a todos cuantos necesitaban ser amados: si sucumbieron a tu tentación fue por su soledad, no por tus méritos. 
     No quisiste saber nada del mundo y por eso te perseguía el mundo: no ansiaban tu valía, sino tu esclavitud a sus preceptos. Puedes creer que fuiste un triunfador: pero tus triunfos son solo cenizas. No has dado nada y no recoges nada más que viento y palabras. 
     Ahora corres tras una compañía que dilate la soledad de ser un solitario sin remisión y que ha de morir solo. Pero ya no te quiero: he comprendido que solo a ti te amaste.
     Las estrellas son fósiles azules de antiguos dioses. Tú no eres siquiera un maldito Luzbel".