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lunes, 6 de junio de 2016

Los versos de Trovadorius (Posdatas)

Una posdata indica que el amor acabó en desamor, la segunda parece constatar la imposibilidad de la reconcialición, y la otra fructifica en tragedia. Quédese cada lector con la lectura que prefiera, aunque ninguna cambiará los hechos. 
¿Qué fue de Trovadorius, y quién fue? ¿Y quién ella?


LI.- Posdata Primera.- 
La inútil biografía (El desamor)


¿Cómo contarte lo que desconozco
porque aún no ha sucedido,
aunque conservo su recuerdo claro?
Tú llegaste hasta mí
envuelta entre zafiros y fulgores,
y yo te amé desde el instante mismo
en que arrasaste lujuriosamente
mi corazón sediento de tu carne.
Qué batallas tu cuerpo contra el mío,
y qué feroz espasmo el de la lucha.
Si mordías mi sexo
desangrabas esperma y ambrosía.
Éramos dos volcanes destinados
a fundirse en su lava.
Un día y muchos días fuimos fieros
caníbales exhaustos.
Fuimos dos paraísos convertidos 
en un único edén:
dos árboles trenzándose,
la fálica serpiente y su manzana,
y un manantial alzado a las estrellas.
Al entrar en tu cuerpo toqué a Dios...
Si no conoces nuestra historia es
porque no la recuerdas
y es tan solo mi historia,
la que no ha sucedido para ti.
¿Por qué voy a contarte lo que niegas
que ocurrió,
si no me creerías?

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LII.- Posdata Segunda.- 
El beso irrepetible

Cuánta dicha te debo, amada mía.
Yo sentía tan solo desolación y niebla.
El mundo era un océano en el que naufragaba
y tú fuiste la isla que salvó mi existencia.
Por ti mi corazón se llenó de canciones
y mi vida se fue transfigurando 
en manantial de luz y mágico sosiego.
Dónde estarás ahora, sin saber
cuánta dicha te debo, amada mía.
¿En qué esquina del tiempo nuestras manos
dejaron de cruzarse y nos perdimos 
el uno para el otro? ¿Acaso no sabemos
que solo una vez se ama y luego solo
ansiamos repetir aquel amor? 
¿En qué otros nos buscamos sin hallarnos, 
en qué hombre o qué mujer
volveremos a hallar a quienes fuimos,
si ni siquiera yo te encontraría
ni tú me encontrarías
aunque nos entregáramos de nuevo
los cuerpos y las almas
queriendo reanudar aquel embrujo?

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LIII.- Posdata tercera.- 
Un Epitafio 

Puesto que te marchaste, cuanto escribí yo olvido;

no quiero recordarte, ni vivirte en mis versos,
que la nostalgia acaba matando a quien la siente;
y hacer de ti un poema es amar un cadáver 
transformado en fantasma de mi íntimo castillo.

Sin embargo no manda mi voluntad en mí;

y surges y resurges por más que te sepulto
en otros cuerpos gráciles y otros versos que cantan
la luz de otras mañanas, el calor de otras noches.
Sin ti ya nada queda que diga que he vivido.

Mejor fuera haber muerto el día en que moriste,

o nunca haber escrito sobre tu amor y el mío.
Porque aquellos poemas que cantaban tu vida
resuenan como un eco: y convertido en lanza,
me hieren la memoria y muero muchas veces.