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sábado, 4 de octubre de 2025

Pirámide teatral

La Diablesa

Pirámide fue su último título. El profesor José Guillén García lo recoge con su denominación de origen -Poema para un escenario- en su Antología de escritores oriolanos, en las páginas que en ella me dedica. Fue una de las pocas obras teatrales que conseguí escenificar -en Callosa, en Santa Pola y en Alicante- como consecuencia de diversos premios. Durante 65 minutos de actividad ininterrumpida e indivisible, 13 actores acompañados de músicas, diapositivas, luces y textos en off componen figuras, imágenes, retratos de la Historia en retrospección y prospección, desde el inicio hasta nuestros días, desde el edén a la masacre actual. Contaba y expresaba abstractamente la Historia y mi historia. Sufría yo entonces persecución por la justicia con motivo, entre otras cosas, de La estatura del ansia. 

Antes, el mismo día en que iba a representarse en Orihuela, una reivindicación de la libertad de pensamiento titulada En algún lugar del reino de la justicia, para dos actores enfrentados durante más de una hora -junto a otras breves obrecillas- quedó prohibida por la censura. 

Solo conservo, en alguna ultratumba del ayer y algún cuévano síquico, además de textos, algunos audios, fotos y carteles de estreno, en 1971 y siguientes.

Años antes, a la sombra y luz del teatro áureo, desde los anaqueles de la Biblioteca Teodomiro -donde pasaba las tardes tras salir de las aulas de Santo Domingo-, y custodiado por la lujuriante Diablesa, media docena de títulos siguiendo los tres mil versos de Lope, que duermen en cuadernos de los de Debe-Haber-Saldo y Entradas y Salidas.

Esa ha sido toda mi incursión en el teatro. A veces, Atanasio, Carmelo -y otros- compartíamos la Glorieta. Uno creo que me apreciaba y otro me maldecía.


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