La costilla de Adán
Caminaban una mujer y un hombre por un bosque de páramos. Cada uno llevaba un fardo sobre el hombro. A veces el fardo resbalaba hasta el suelo y tenían que arrastrarlo penosamente, levantando tal polvareda que apenas si conseguían divisarse, alejándose o tropezándose, cayendo y debiendo levantarse más maltrechos que antes:
- Llegaríamos antes si nos librásemos de este peso.
- Pero nos quedaríamos sin saber quiénes somos, desmemoriados, perdidos.
- ¿Y te ayuda ahora a ver mejor?
- Al contrario: me cansa y no acierto a comprender lo que veo.
- Pues me pasa lo mismo.
- ¿Me ves bien?
- No.
- Yo tampoco sé ya si eres la misma persona que recuerdo o este peso me enturbia la mirada.
- ¿Qué llevas en el fardo?
- Todo cuanto poseo: el pasado.
- Yo también.
- Si ya has aprendido de él cuanto necesitabas, ¿por qué no lo abandonas aquí mismo?
- Tengo miedo, pero me gustaría.
- Si no nos libramos de ellos nos ocurrirá como a aquel que se ahogó por pretender cruzar un río con el peso del oro que, creía él, sería su salvación.
- Hagamos, pues, lo que no hemos hecho desde hace mucho tiempo. Ayudémonos: queramos cada uno para el otro lo mejor: yo te ayudaré a tirar el tuyo y tú me ayudarás a desprenderme del mío.
- ¿Y qué resultará?
- Seguro que veremos mejor el camino y su horizonte. Y si encontramos un obstáculo tú me indicarás cómo sortearlo, y yo te lo indicaré.
Fue entonces cuando se oyó la maldición de la Bruja Redóndala:"Por mucho que huyas nunca te alejarás bastante de ti mismo. No es que llevéis el fardo del pasado; es que el pasado os lleva".
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