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viernes, 24 de octubre de 2025

Bien o mejor

            Schumann: C violín. Grabación histórica, 1938. Y. Menuhin.

                  

Lejos del mundanal altruismo


Tengo la mala suerte de ir por el mundo -cuando voy- de una manera, al parecer, distinta a la de los demás. Eso me coloca, también al parecer, en un continuo enfrentamiento que no busco pero que los demás se empecinan en considerar una pose. 

        Sin embargo, yo no pretendo imponer nada, sino ser consecuente con la dignidad, razonarlo todo -incluso las razones del corazón-. Y cuando alguien se queda sin argumentos, o no oye lo que quiere, suele decirme que conmigo no se puede hablar, cuando en realidad es él, o ella, quien quiere tener razón sin aportar razones.  (Supongo que cuanto digo lo sufrirá más de un lector. Y considerará que no es lo mismo ser hijo de la constancia que padre de la contumacia). 

        En este mundo en el que “lo importante es participar” y en el que se han desterrado -en casi todo su territorio- la integridad y la autocrítica para instalar la impunidad, no quepo, ni quiero caber, porque, en mi opinión, todo se frivoliza y hace que incluso el necio, solo por participar y encontrar aplauso en ello, se crea el más cualificado para todo: cree que lo que cree es lo que debe ser creído y asumido por todos.

        No obstante, solo hay dos maneras de hacer las cosas: hacerlas simplemente porque es nuestro deber o hacerlas por amor a hacerlas bien: hacerlas bien o hacerlas mejor. Lo peor de quienes actúan de la primera forma es que instalan, como digo, la impunidad en el mundo; así que nada más queda la segunda. Lo cual -defender esta- me convierte en lo que los descalificadores califican de "perfeccionista". (En realidad me parece que son ellos "los imperfeccionistas").

        Así que mejor estoy en una isla. Cuando salgo de ella me ocurre lo que acabo de decir. Eso no me hace mejor o peor, pero sí el más autoexiliado y castigado por los ostracistas: porque la muchedumbre -y el mundo sigue siendo una inmensurable lucha del individuo contra la multitud- quiere devorar todo lo que se individualiza. Y, cuando no lo consigue con alguien, lo ejecuta.

          Lo que importa es la vida interior -determinada por la vida exterior; y al revés-. Se trata de saber si el mundo nos necesita o si necesitamos el mundo. De distinguir -puesto que somos egotistas por naturaleza- entre si somos egoístas y/o ególatras. 


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