Adagio
Hace años, cuando me atormentabas con tus celos sin fundamento, temerosa de ser abandonada -supongo-, repetías que tenías que desaparecer, con lo cual te convertías sicológicamente en la abandonadora. Yo te decía que sufrías el síndrome de la abandonada -o el abandonado.
Aun así, como te mereces lo mejor -porque tus errores nacen de tu exceso de virtud-, yo fui alejándome de todo aquello que te hacía daño -personas, situaciones-, aunque fuese cortándome las alas que no mariposeaban como tú temías. Cumplir años no implica incumplir con las necesidades físicas y síquicas: la piel del cuerpo y la mente necesita un tacto más sutil: el de la complicidad sentimental. Yo no veía mujeres -ni hombres- sino personas. Pero el celoso inventa las causas de sus celos y a pesar de mi desierta vida, huidiza de la "social" y tal vez anacoreta para los demás y para ti, tu recurrencia oteliana florecía continuamente. Por lo tanto, según tu lógica, recurrías insistententemente al "tengo que desaparecer".
Y ahora es el momento: nadie busca el desafecto si no tiene otro afecto con el que guarecerse del aislamiento o la soledad: ahora tienes un numeroso alrededor espectante que te quiere, abraza y aplaude... y que aporta seguridad y fortaleza a tu desalentado corazón... (tal vez incluso tengas o preveas, para las relaciones festeras, una compañía lo más impersonal y pachanguera posible, que es la mejor para tales ocasiones).
Tal seguridad -aparente- te lleva a comportarte con autosuficiencia y a mostrar actitudes exigentes. Pero si antes, triste y débil, amenazabas, o te defendías, con desaparecer, ahora, poderosa, debo tomar tal afirmación como una necesidad de librarte de mí, y tendré que facilitarte la desaparición y ser yo quien abandone, por mucho que me duela y que te ame, para que no sufras los raciocinios del dilema.
Me quedo solo, es cierto: como tú querías. Sin ti: como yo no quería.
Te agradezco cuanto me has dado; y espero haberte dado algo.
Me quedo solo, es cierto: como tú querías. Sin ti: como yo no quería.
Te agradezco cuanto me has dado; y espero haberte dado algo.
Los celos son nocivos para quien los padece, pero más aún, para quien si de ellos no adolece.
ResponderEliminar