Celibidace ensayando a Bruckner
Hay autores que dan lo mejor de sí en su juventud, y otros que lo hacen en la madurez. La genialidad es, sin duda, genética, pero también es fruto de la ingeniería emocional e intelectual que da la experiencia.
No sabemos qué habría sido de Schubert, Rimbaud o Van Gogh si hubieran cumplido cinco décadas. Sabemos que Wagner, Goethe y Rembrandt se agigantaron con los años, cuando a su capacidad natural se sumó la sabiduría experiencial.
Sabemos que (Hemingway:) el mejor consejero de la pluma es la papelera, como demuestran los más de 200 borradores de algunos poemas de Dylan Thomas y las tachaduras de Pound en “La tierra baldía” de Eliot.
Sabemos que el hombre no es ningún dios, sino que se diviniza porque a veces su sobrehumano esfuerzo le lleva a convertir en cielos sus infiernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario