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miércoles, 8 de agosto de 2018

La excelsa paradoja.


Holts: Marte

¿Hay algo más implacable y trágico que un hombre sobre una roca estelar -llamada Tierra-, viajando a velocidad cósmica sin saber adónde y con la única certeza de la muerte?
     Sin embargo, ese dolor es el que causa la búsqueda de una lógica que rija el sinsentido del vivir y consuele la existencia. 
     De esa hecatombe mental nacen el pensamiento, la filosofía, la escritura, las artes y las ciencias.
     A ese estruendo existencialista le debemos la obra de Platón y Aristóteles, Leonardo y Miguel Ángel, Beethoven y Bach, Shakespeare y Cervantes, Eisenstein y Hawks, Copérnico y Einstein.
     A tal inarmonía debemos la armonía de las obras del hombre, y a tal fealdad inescrutable la búsqueda de la belleza.
     Porque una gran inteligencia conlleva una gran soledad y, también, una inmensa pregunta que precisa infinitas respuestas.

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