De poco ha de servirte llenar hermosamente
tu vida con palabras, músicas o pinturas
si no transmiten estas la vida que has vivido
o debiste vivir. Estarás rodeado
de terciopelos y artes, pero lejos
de aquellos que padecen y gozan la existencia.
Tus poemas jamás serán tu identidad,
sino tristes intrusos y pálidos testigos
de que para los hombres no exististe.
Sentirás el aplauso de las manos vacías
y el pálpito estruendoso del corazón sin nombre.
Serás igual que un rey de un brillante desierto
habitado tan solo por fantasmas y huesos,
pero no por la carne, las risas y las lágrimas
de aquellos que vivieron y murieron
habiendo cultivado el arte de vivir.
Y tu castillo de belleza inhóspita
caerá sobre tu frente: será tu propia tumba.