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sábado, 20 de agosto de 2016

Paternofilia


 El reencuentro


 Qué dulzor contemplar en el ocaso
 de la vida la senda que anduvimos
 y cuanto en ella hallamos: las palomas, 
 los besos, las celadas de los hombres
 en las que no caímos, 
 los valles y colinas,
 las rosas que impregnaron nuestro viaje
 de un aroma de plenitud. Saber
 que todos esos horizontes viajan 
 con nosotros, conforman nuestro ser.
 Y un buen día, tras el dolor de amar
 lo que ya se perdió, y sobreponerse
 a los errores cometidos 
 -pues vivir es también equivocarse-,
 ver nuestra identidad que se reencarna
 en el hijo que vuelve y que es mejor
 que nuestro propio yo
 y el sueño que soñamos para él.