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Los versos de Trovadorius (I)
Borodin: Nocturno (transcripción piano)
VII.- Profecía cumplida
Mira la lluvia fecundar la tierra
y esta engendrar los árboles, los frutos;
ve el árbol extenderse en sus raíces
y convertirse en canto porque el pájaro
anida entre sus ramas; ve las flores
sembrar su polen por el universo
en una sinfonía interminable,
expansiva y perenne
hacia la perfección.
De igual modo nací, sentí, pensé
y acumulé paisajes, sensaciones
y pensamientos para que algún día
reconociese la criatura exacta
en la que la armonía hallase forma.
Y me bastó encontrarte y escucharte,
tocar tu mano y elevar tus ojos
para saber que cuanto yo esperaba
se me entregaba en ti.
Mira la lluvia fecundar la tierra
y esta engendrar los árboles, los frutos;
ve el árbol extenderse en sus raíces
y convertirse en canto porque el pájaro
anida entre sus ramas; ve las flores
sembrar su polen por el universo
en una sinfonía interminable,
expansiva y perenne
hacia la perfección.
De igual modo nací, sentí, pensé
y acumulé paisajes, sensaciones
y pensamientos para que algún día
reconociese la criatura exacta
en la que la armonía hallase forma.
Y me bastó encontrarte y escucharte,
tocar tu mano y elevar tus ojos
para saber que cuanto yo esperaba
se me entregaba en ti.
VIII.- La ofrenda del océano
He rociado tu cuerpo con uvas y cerezas
y mordido en tu boca naranjas y limones,
rojas fresas y besos.
El mar tempestuoso bramaba en sus espumas
golpeando las rocas, salpicando la tarde.
Tu cabello gorgónico me ha envuelto
en la fascinación de un dulce látigo
y me ha atrapado en su húmedo chasquido
rutilante y feroz. Ha sido como
si me invadiese el mar con sus tormentas
al penetrar tu cuévano profundo.
Y en el hueco de piedra, donde los arrecifes
moldearon un lecho tal vez para sirenas,
has hundido tu carne dorada y has surgido
desnuda como un cielo despejado,
de nuevo transparente, igual que si una diosa,
al salir de su baño, arrastrase el océano
tras de sí para mí.
IX.- La ofrenda de los dioses
Amarrado a tu cuerpo, ¿quién podrá
decirme que la tierra no es de carne,
que el cielo no está en tus labios,
y la felicidad en tu sonrisa?
Miro pasar las aves como olas
diciéndonos adiós
y se van los crepúsculos, dejando
en tus ojos la luz de otra mañana.
¿No he de sentir que el mundo es el regalo
de un caprichoso dios que me ha escogido
para ensayar en mí su potestad?
para ensayar en mí su potestad?