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sábado, 27 de febrero de 2016

El abrazo ignorado

Haendel: Crudel tiranno amor


En vez de preguntarse si había hecho algo mal, aun sin querer, Z decidió que fue X quien se equivocó, y empezó a romper y tachar cuantas cosas los habían unido. Hizo añicos sus cartas, maldijo su recuerdo, quemó incluso las sábanas que tantas veces los habían acogido y endulzado... hizo todo aquello que convierte en rencor lo que antes fuera o parecía amor.
     El amor propio herido ha matado más amores que el odio. ¿Es que ya no sentían nada el uno por el otro? ¿Esperaba cada uno que fuese el otro quien diera un primer paso? ¿Y no debiera ser el que se aleja el que debe regresar, si es que así lo desea? ¿Pero, en la confusión de sentimientos y estrategias, quién fue el primero en no seguir la línea recta?
     Fácil hubiese sido hablar, aclarar, tratar de restablecer, despedirse afablemente si era eso lo indicado, mostrar el rostro amable... reconocer que las conversaciones convertidas en disputas por la ansiedad son las que impiden la comunicación... Pero nos duelen las opiniones adversas porque tememos que sean ciertas y no las hemos asumido; las rechazamos como una agresión cuando realmente son auxilios que nos entregan con nobleza.
     Sus relaciones habían sido guadiánicas; pero cuando se juntaban se convertían en un único y luminoso manantial del que ni siquiera Heráclito habría dicho que no quería "bañarse dos veces en el mismo río".  
     X sostenía el brumoso papel de la única carta que le escribiera Z: ¿Cómo podía haber escrito tanta amorosa falsedad, si es que lo era, o tanto autoengaño, solo unos pocos días antes? ¿O era todo un error de perspectiva?
     Comoquiera, todo lo arrasa el tiempo con su furia, y la contumacia no consiste solo en imponer el propio criterio erróneo, sino en ser irresponsable con la conducta que se deriva de ella: indica que se poseen pocas ventanas por las que mirar el mundo, y, además, están cerradas para que no nos indiquen que nos equivocamos.
     Pero sobre todo, y al margen de todo: ¿Detenerse en lo que es circunstancial en vez de arracimarse en lo esencial? ¿Tratar más de lo que separa que de aquello que une? ¿Convertir lo que fueron abrazos en espadas? ¿Matar y morir por un error sin nombre cuando quedan tres días que vivir?

El abrazo salvífico

El abrazo egoísta

El abrazo maligno

El abrazo marchito

El abrazo quimérico

El abrazo alevoso

El abrazo perfecto

El abrazo corrupto

El abrazo a sí mismo 

El abrazo temido

El abrazo ultrajado.

El abrazo en la roca

El abrazo indomable

Monólogo del cisne (El abrazo imposible)

El abrazo del otro

El abrazo iniciático

Como una yegua pútrida (El abrazo irredento).

El abrazo entre plumas

El abrazo en el cuadro

El abrazo inasible

El abrazo iniciático

El abrazo sin plétora.

El abrazo dulcífago

El abrazo inedénico

El abrazo a la muerte.

Como si fuera mi Autobiografía (El abrazo final)

El abrazo encontrado

El abrazo insidioso

El abrazo insaciable

El abrazo inconsútil

El abrazo dulcífugo

El abrazo interrupto

El abrazo cautivo

El abrazo inmortal

El abrazo caníbal

El abrazo coital

El abrazo placebo

El abrazo sin rostro

El abrazo perdido (Carpe diem).

El abrazo truncado

El abrazo suicida

El abrazo invasor

El abrazo de plástico

El abrazo no dado.

El abrazo dichoso

El abrazo a la vida

El abrazo sin cuerpo

El abrazo amoroso