Solo mis versos dicen que aún existo,
y solo de mí sabes porque lees mis versos:
ellos son los vestigios de nuestra historia, Amada.
y solo de mí sabes porque lees mis versos:
ellos son los vestigios de nuestra historia, Amada.
Pero mi corazón no logra convertirse
en palabras que sean abrazos, besos, carne
trémula por unirse con la tuya.
Te fuiste, o yo me fui, y acabó todo
porque todo termina, aunque el amor
siga su curso interminable y siga
la distancia creando necesidad del cuerpo
que se amó en cuerpo y alma. Quién pudiera,
al menos, ser mis versos, que te tocan
cuando, lejos de mí,
acercas al poema tus ojos sin los míos
y yo me quedo solo, balbuciendo
tu nombre en una ausencia que no calma
la escritura, puesto que nada tiene
sentido en soledad. Tu imagen es el rostro
que le puso mi amor a la existencia,
y ni el tiempo ni el páramo podrán
cambiar en mí esa efigie. Un día,
convertido en poema, llegaré una vez más
hasta tus ojos: y quizá no sepas
que quien tanto te amó murió cuando escribía
para que sus palabras te abrazasen
como si fueran él.