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viernes, 19 de febrero de 2016

Aprender para vivir



De poco sirve la inteligencia natural si no se desarrolla con el aprendizaje de la experiencia individual y colectiva: la comprensión de la propia biografía y de la Historia del pensamiento y el arte. Es el conocimiento renovado lo que mueve el mundo exterior e interior, síquico y cívico. Y solo la luz nos depara sosiego, que es lo más parecido a la felicidad.
     Por eso resulta absurdo que el mundo en que vivimos se obstine en promocionar el ocio como pérdida de tiempo y no como aprovechamiento del mismo, puesto que mayor placer produce la gimnasia mental que su embrutecimiento mediante la atrofia de nuestras facultades.
     Conocidas las reglas del juego del aprendizaje, adquirimos unas estrategias que nos permiten reaccionar adecuadamente en cualquier situación inesperada; desarrollamos una sensibilidad mediante la que apreciamos aspectos del vivir que antes no «existían» en el mundo; que este se ha hecho más grande y nos movemos agradablemente en él porque somos nosotros quienes lo dominamos en vez de que nos esclavice; que la casa de nuestra mente tiene muchas más ventanas y el horizonte es infinito. Que nuestras vidas se han enriquecido.
     Si comprendemos cuanto nos rodea, aprendemos a elegir; y no azarosamente, sino con fundamentos. A eso se le llama libertad. Tan solo la ignorancia impide conseguir semejante tesoro.