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jueves, 26 de noviembre de 2015

La conquista del saber - 20


Posdata:

                               XX

Y no quiero acabar sin añadir:
¿Qué podría decirle a un estudiante
en este mundo en el que todos somos
alumnos expectantes de la vida?
Son seiscientas cincuenta y cinco mil
horas las que vivimos, de promedio.
Restémosles infancia, adolescencia,
un tercio para el sueño y otro tercio
para el trabajo. Todavía quedan
ciento setenta y cinco mil doscientas
horas de vida libre, ociosa, nuestra.
¿En qué las ocupamos sino en tedios
repetitivos que nos importunan?
¿De verdad nos sentimos satisfechos?
¿Cómo es posible en una sociedad
en la que el tiempo es oro, malgastarlo?
Para la dejación que aflige al mundo
solo vislumbro una salida digna:
hay que inculcar la autointerrogación:
en todas partes a donde llegamos
hay un bosque de libros como frutos
madurados por hombres que aprendieron
a construir estantes en su mente
para que su experiencia nos sirviera
de mapas en el viaje del vivir.
¿Cuántas personas se comprenderían
y solucionarían sus conflictos
si supieran que lo que les ocurre
está descrito ya, y solucionado,
en tantos personajes prototipo
de tantas páginas que hubiesen sido
sus mejores y expertos consejeros?
En cambio, quienes, libres, se dedican
al silencioso estudio se lamentan
de que a lo largo de su vida apenas
pueden leer, y casi a vuelavista,
tan solo diecinueve mil cien libros.
No tenemos por qué ser sabios todos.
Pero a ese estudiante le diría:
que nunca te domine la ignorancia;
antes de que el poder piense por ti,
deja que en tu interior piensen los libros
hasta que encuentres un criterio propio.