Todos deseamos y necesitamos ser amados. Por eso quien da o dice sentir amor lo despierta.
El amor es ilusión, esperanza de que se cumpla el sueño. El amor está en la palabra que promete plenitud. La palabra dice lo que pretende hacer quien la pronuncia y hace soñar a quien la escucha. La palabra es en sí una promesa que ejerce la fascinación de su cumplimiento con solo pronunciarse. Pero es también una distancia entre lo prometido y lo que se realiza. Quien domina en el arte de decir tiene el poder sobre el otro. Subyuga porque ofrece y da un misterio. Doña Inés dice que Don Juan posee la “palabra seductora”. El corazón se enamora más por el oído que por los ojos: no atrae tanto la belleza física como la verbalidad convertida en profecía de felicidad.
No hay mayor afrodisiaco que la inteligencia hecha palabra. Por eso los grandes amantes, más que criaturas hermosas, han sido grandes decidores, grandes magos de la palabra susurrante.