Scriabin: Poema del éxtasis
Los primeros pensadores, filósofos, o analistas, tejieron sus teorías sobre el mundo: la existencia era un cúmulo de placeres o sufrimientos, errores y aciertos, caos o cosmos. Tal vez triunfó la visión de quienes entendían que este mundo sería un buen espacio para vivir si se eliminaban los errores. Claro está que los errores se debían a la materia, al cuerpo, rémora de la pureza del alma. Como consecuencia, el cuerpo se convirtió en el enemigo de la felicidad. Con lo cual, se le condenó a purgar su culpa mediante sacrificios y torturas, en tanto que se ensalzaban las excelencias de la muerte como puerta hacia la liberación del alma.
La historia del pensamiento es, de este modo, una historia de la condenación del cuerpo y, por lo mismo, de la naturaleza corporal. Tuvo que llegar el hedonismo, en su más noble acepción, para que se defendiesen las pulsiones de la carne y su aventura en este pequeño lugar llamado Tierra.
Es verdad que no solo de materialismo vive el ser humano; ni, tampoco, solamente de espiritualismo. Pero ¿cómo se conciliarán materia y espíritu, cuerpo y alma, si no se satisface el fragor de la pasión para que la razón encuentre su equilibrio? ¿Y cómo se conseguirán una vida y un arte armoniosos sin la armonía de la mente que la vive y lo dicta?
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