Llega la edad ligera. Observas cómo se va acabando el horizonte que aún podrás divisar. ¿Qué has hecho? ¿A quién le ha reconfortado tu existencia? ¿Quién te recordará? ¿Cuántos te aman y a cuántos has amado de verdad dándoles vida, haciendo sonreír su tristeza y elevando su alegría? ¿Hubieras dado acaso tu vida por salvar la de otros hombres? ¿Te has entregado alguna vez tan solo por el placer de darte? ¿Eres creador de un libro, un hijo, un árbol? Tu legado, ¿cuál es? ¿Diste consuelo? No sabes ni por qué naciste ni por qué debes morir. El mundo sigue igual contigo que sin ti. La noche es una nueva aurora. Lejos queda el pasado, y el presente más que fuego es ceniza. Los párpados del sueño crearon utopías: ¿acaso te esforzaste para que fuesen realidad, o acaso por creerlas inalcanzables diste tu derrota como un escepticismo y una premisa para los demás? ¿Quién eres? ¿Y qué harás mientras recorres el camino que aún tienes que andar hasta el ocaso? Sal de tu corazón, mira el ajeno y palpita con él porque la vida es más que ver vivir.
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