Lang, Hechizo de la serpiente, D. Paget
I
La claridad del día estalla, fulge
en el nido del pájaro, en el fuego
del color de las flores, el sonido
del agua al derramar sobre las hojas
el rocío caído desde el cielo
con su sabor a estrella, nube y céfiro
recordador atávico y fluyente
de edenes y principios de la vida
y cavernas, menhires y obsidianas,
océanos, estanques y templetes
y babeles, pirámides, vivaldis,
salomés y giocondas, profecías,
desengaños también, sueños errantes,
heterodoxias, infinitas lágrimas
y risas devanándose en la púrpura
de ángeles y demonios deslumbrados...
todo eso y más como un surtidor mana
mientras la vida fluye hacia la muerte
del corazón del agua en una gota
de esta mañana sideral y mínima
de iridiscencia y de carmín oh exordio...
II
¿Dónde estarán todas aquellas vidas
que quisimos vivir y no vivimos?
El amor que callamos, el dolor
que, ciegos, infligimos al callarlo;
la incierta voluntad, la ociosa muerte
de un presente que no nos atrevimos
a abrazar por temor a su futuro.
No eres tú, ni soy yo; somos fragmentos
amputados del que quisimos ser.
¿Y seguirás viviendo sin vivir?
El que yo fui se obstina en seguir siendo,
y lucha contra aquel que quiero ser;
el que seré me dice que no sabe
todavía su nombre; y entre tantos
vagidos de mí mismo me diluyo
inexacto, inconcreto, inacabado.
¿Y seguiré viviendo sin vivir
las vidas con que sueña el corazón?
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