Strauss: Muerte de Don Quijote
CANON DE LA OTREDAD
1
Durante muchos años me salvó de la muerte
la fe en que el sufrimiento era el fiero tributo
que la existencia exige al auténtico artista.
El trágico heroísmo de soportar la vida
a fin de conseguir una obra indeleble
me concedió el valor y la tenacidad
de un sísifo orgulloso; y bajé a los infiernos
cuantas veces supuse que traería la llama
de inmortales verdades que legar a los hombres.
Yo buscaba la obra perfecta y memorable,
en versos tan exactos en su ensimismamiento
que olvidaban al hombre y eran tan solo esfinges.
Después miré a los ojos de la palabra y supe
que la poesía es solo hallarle al corazón
la sustancia verbal que permite escucharlo,
y que dar nuestra voz a quienes no la tienen
es el acto mayor de solidaridad.
Hoy sé que nada he escrito sino mi propia fábula,
algunas elegías y un himno inacabado.
Aunque nada me duele tanto como saber
que el hombre cotidiano padece de otras ansias
y mi hambre metafísica no ha de saciar su sed.
2
Hay en el universo tan solo un ser consciente
de que toda existencia es un himno que fluye.
Escribe con enigmas, a veces, las verdades,
y afirma que la vida es continuo fulgor.
Todo en él reverbera como un mágico acorde
y le otorga el secreto de que el tiempo no existe
más que para quien teme que le roben el día.
Flores, piedras y pájaros cantan para que él cante
y arríe la tristeza con su canto a la luz.
Conoce el alma sobria de los hombres antiguos
y comprende la noche, las estrellas y el sueño
de la inmortalidad que hiere al ser mortal.
Él escribe su vida con verbo sosegado,
pues quien no tiene prisa es ubicuo en el tiempo.
3
Aquel que halla en el día causa para hallar luz
y en la noche un camino que conduce hasta el alba;
aquel que ve en el fuego la savia de la vida
y escucha en las estrellas el diapasón del cosmos;
aquel que cuando llora convierte en lluvia el llanto
para que broten nuevas semillas de alegría;
aquel que ordena el mundo para que el sufrimiento,
como un fósil antiguo, solo habite en museos;
aquel que mientras canta construye paraísos
porque no hay don más alto que el de la voluntad;
aquel que cuando llega la muerte la perdona
como al amigo cuya misión es traicionarnos;
aquel que reconoce que aunque todo está escrito
debe tomar la pluma y añadir su palabra.
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