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sábado, 7 de octubre de 2023

La Dama de Elche


Dama de Elche

No te enterró la tierra, mi corazón y el viento

te hicieron naufragar en la memoria.
Dama de incienso amurallado en piedra,
cristalizado en piedra por un amor oscuro,
por sílabas de arena y alfareros del tiempo,
formando la palabra de roca sensitiva
que el fuego pronunció
un día de nostalgia y de infinito.
Quién santiguó tus ojos de ceniza olvidada
con su dedo sereno,
quién dio a tus ojos éxtasis,
espasmo encadenado
a través de la música cuajada entre tus ojos,
a través de los pájaros que anidan en tus ojos,
a través de los álamos que crecen en tus ojos,
a través de tus ojos.
Dama de las tinieblas derrotadas,
súbito arcángel de color de otoño,
dime de dónde tu color de viento
enjaulado en un rostro,
dime por qué de dónde
tienes forma de amor
y eres pájaro huyendo hacia el olvido.
Es tu cauce de piedra un río sin origen,
una ola de un mar fosilizado.
Me inundas en la aurora
que sueña por tu frente como un humo asombrado,
como un vaso de sed,
como un dardo de luz.
Oh qué viento me apresa con sus alas,
me empuja hacia un destino
perdido en la memoria, entre las tumbas
de dioses enjaulados en la muerte.
Oh qué viento
me arrastra, me destruye, me hace polvo,
me convierte en principio de mí mismo.
Veo cosas lejanas perdidas a lo lejos,
pisadas por la tierra,
hacinadas
entre instantes, recuerdos
y olvidos
anudados con fuego vencido y aturdido
por un sauce, un diluvio, una manzana
regurgitada desde el paraíso.
Dama evadida de la cárcel del silencio,
gioconda de la piedra,
madre de mis nostalgias no vividas,
nútreme de tus senos
incúbame en tu vientre,
dilúyeme en tu esencia,
empújame al futuro,
no me dejes sitiado por el tiempo
en un trozo del tiempo que se muere.
Oh Dama arrebatada a su silencio,
oh diosa enamorada del silencio.
La muerte es una ciénaga infinita.
Lentamente nos sorbe, nos abraza
como una madre amante, pero horrible.
Una resurrección distante se concibe en tu seno
como un reptil doliente ensimismado.
Salto de amor, estatua
redimida por manos de deseo,
hurtada por alondras de deseo,
qué orgasmo detenido en piedra eres.
Evocado en la noche
siento tu frenesí varado en el instante.
Evocado en la noche,
miro tu crisantemo moldeado,
oigo tu vendaval enfurecido
girar dentro de ti como un suspiro de metal
tallado en la materia de la muerte,
aventado en la muerte como un cierzo pequeño
perdido entre las alas
de nubes derribadas por crepúsculos,
girar como una ola enloquecida
en busca de una playa desnuda de recuerdos.
Oh pozo de metáforas, qué no decir de ti.
Tienes forma de cáliz liberado
de la forma y el tacto, tienes forma
de hostia rebelde y sensación concreta,
eres
isla que naufragó en el mar del tiempo
como un bajel estéril arrojado a las playas.
Catedral de la piedra,
voluntaria tangencia con la muerte,
aliéntame tu sangre como un soplo de vida,
esclavízame el ansia a tus labios frustrados,
deslízame en tus ojos como lágrima tuya.
Oh virgen de la piedra,
desnúdate el misterio que te oculta,
vísteme de metal,
hazme inerte contigo, acaricia mi pecho
con tus pechos hundidos en el barro del ansia,
ámame sobre ti cuando beso tu nombre,
oh catedral de piedra, oh virgen de la piedra.
Este corcel de amor me arrastra hacia tu nombre,
este caballo desbocado y núbil
me empuja hacia tu cuerpo de tacto endurecido,
introduce una espuela sobre mi corazón.
Qué voz, qué grito, qué aire
llama mi ser,
evoca mis sentidos, pronuncia nuestro amor.
Se levantan pirámides ausentes
dentro de mí, andamios de nostalgia,
cometas aturdidos, estrellas inclinadas
a la emoción que me cobija, llantos
de luz suprema irradian mis sentidos
y se estremecen piélagos de sangre
sobre mi piel electrizada y yerta.
Qué llama, qué destello, qué ilusión,
lirio fulgente o fuego huracanado,
hipnotiza la ira del amor
y se debate como un reptil lúbrico
sobre la astucia del dolor vencido.
Castígame, oh dolor que me enamoras,
indúceme a la muerte, derríbame en un beso,
entiérrame en tus labios,
germíname en tu boca,
hazme sitio en tu pecho,
olvídame en tu pubis,
oh catedral de piedra, oh virgen de la piedra.
Inundación arcaica de infinita turgencia
que me anega los ojos con belleza prohibida
como aluvión de lágrimas sofocadas, de pronto.
Crucificarse entonces sobre el instante mismo,
quedar como se queda
la Historia entre los dedos de los hombres.
Oh qué crucifixión es la impotencia,
es la derrota cuando se ama el siempre.
Es fugitiva la esperanza, el acto.
Qué forma tiene la plegaria, el beso,
la erosión de unos labios gastados por el ansia,
qué forma tiene, qué color preciso,
qué virtuosismo oculto, qué
misticismo crédulo enamora el deseo
y lo anega de fe
y lo inunda de fe sobre todas las cosas,
qué
pasión desorbitada tiene, qué
forma tiene la plegaria, el beso.
Súbito arcángel de color de otoño,
memoria conquistada por la piedra,
dame tu forma victoriosa, dame
la eternidad que te cobija
en un rincón heraldo del olvido,
dame la plenitud de tu memoria,
dame solo jamás contigo
muerte.
La derrocada forma del deseo,
el cilicio intangible del dolor,
brotan creciendo desbocadamente en mí,
conquistan mis sentidos
con la emoción de aquel que ha amado mucho
y se inunda de pronto de nostalgia,
de vidrios evocados,
de alfareros del tiempo.
Miro en la noche, miro en cada noche
tus ojos, tu mirada
de cisne perseguido por la piedra, hecho piedra
en un gesto desnudo de pasión,
miro con la mirada despedida,
con los ojos lejanos como si hubiese muerto,
te miro oscuramente
desde la oscuridad de mi prisión de sombras
y estás enamorada del silencio,
no de mi corazón que te desea;
eres mi furia encadenada, eres mi furia
precipitada, eres mi herida
cenagosa y profunda que orienta mi existencia
hacia tu amor de tumba redimida,
hacia tu tumba de metal cambiante,
hacia el ansia de hallarte y de besarte
desnudamente en un lecho de metáforas
como un deseo de violar la luz,
de vivir en la nada para siempre,
de vivir y morir en la muerte la vida,
oh súbito ángel de color de otoño,
súbita diosa del otoño súbito…

Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos 
de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998),
Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción 
de un diario(2001), La epopeya interior (2002),
El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005),
La urdimbre luminosa (2007). Su obra está
recogida selectivamente en las recopilaciones
 Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983),
de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre
otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la
 Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son
Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas,
de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y
Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de 
eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son
Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre 
el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo y
La construcción del poema.
Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de
un portal en Cervantes Virtual.

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