PRÓLOGO
Antonio Gracia y quien esto escribe compartimos el amor por la literatura y de forma especial por el Quijote, nuestra novela más universal, que navega por el tiempo y el espacio inmune a los cambios, porque su sustrato es el ser humano en toda su grandeza y en toda su miseria. Compartí también con el autor un breve periodo de docencia en el mismo centro alicantino. Y compartimos, desde luego, la tarea poética, esa insoslayable necesidad de escribir nuestras vidas en verso, con esa rara conjunción de furia, pasión y melancolía de los poemas que lo son de verdad.
Pero compartir este libro ha sido, al menos para mí, la más emocionante experiencia que he podido tener en los últimos tiempos. Y ello, en primer lugar, por la confianza del autor, que me escribe: "El prólogo es tuyo, de mil páginas o 10 líneas". Y por lo que significa editar esta obra en nuestra coleccion digital de El Cantarano "Rara Avis Fecit". Nunca mejor aplicado este nombre de "Rara avis" con todo lo que conlleva: raro no entendido como extravagante y extraño, sino como exquisito y poco habitual. Así es la personalidad y la escritura de Antonio Gracia: "rara avis" en este inestable, variopinto y demasiado múltiple mundo literario alicantino, que por suerte para él, transciende con su poesía, la cual ha sido reconocida dentro y fuera de estos lares.
Son muchos los poemarios que ha escrito Antonio Gracia a lo largo de una dilatada y reconocida carrera en la que no vamos a detenernos. Y son muchos los autores que han escrito sobre la poesía de Gracia en prólogos, reseñas y artículos varios. Nombres ilustres de nuestra crítica literaria han analizado su obra: Ángel Luis Prieto de Paula, Guillermo Carnero, Joaquín Juan Penalva, Esther Abellán, Luis T. Bonmatí, Francisco Javier Díaz de Revenga, Juan Cobos Wilkins, José Ramón Giner, José Luis Zerón y muchos más. No soy amiga de excesivas citas y elegiré una sola: "Gracia es poeta de poetas y su verso se eleva por encima de los versos que, desde su pesadumbre, brotan a modo de asidero que constituye una esperanza." (Francisco Mas-Magro).
Ya llevo escritas más de las diez líneas que el autor me sugería y, sin animo de llegar a las mil páginas, generosa hipérbole con la que me abre ancho camino, sí anuncio que voy a detenerme, aunque sea de forma concisa y simbólica, en cada uno de los personajes que el poeta menciona en sus versos. Y ello lo hago con la conciencia de que solo se ama lo que se conoce. Y qué pocos conocen y qué poco se conoce el Quijote, que tanto se cita y tan poco se lee. Antonio Gracia desde luego lo ha leído y releído, y su poemario sería la quintaesencia de una destilación de largas horas de lectura.
Al prologuista de un poemario se le debería exigir más lírica que didáctica. Sin embargo, quizá por deformación profesional o por experiencias previas, sé cuánto se goza cuando se contempla una obra de arte debidamente presentada. Y lo que me propongo es nada menos que presentar la obra de arte literaria que aquí se contiene para que el lector no especializado la pueda saborear mejor, del mismo modo que el chef presenta un plato: informando sobre los elementos que lo componen. Sublime por su materia y por su forma, este poemario podrá ser apreciado por el lector en la medida de su sensibilidad y conocimiento. Pero a todos llega, a todos interesa: porque la palabra bellamente escrita impresiona por igual al sabio y al aprendiz, y cada uno la disfruta según sus gustos y capacidades.
Estamos ante un artístico poemario que empieza por ser metaliteratura, puesto que cada verso y cada sílaba son homenaje a una obra escrita anterior, en este caso, al Quijote. Homenaje que cuenta con ilustres precedentes -la mayoría más en prosa que en verso- como serían Unamuno, al que Antonio Gracia dedica uno de sus poemas finales, Azorín, Andrés Trapiello y tantos otros. El interés de Antonio Gracia por los clásicos y su capacidad para glosarlos en verso lo pudimos apreciar en sus varias colaboraciones para El Cantarano, sobre todo en una donde dedica sonetos a poetas clásicos (Garcilaso, Fray Luis, Góngora, Quevedo...).
Este libro se distingue de los anteriores del autor por su condición de glosa lírica del Quijote. Aunque el estilo y el espíritu del autor siguen siendo los mismos que conocemos de otras obras suyas. Tiene la misma estructutra que el Quijote en el sentido de que está dividido en dos partes y recoge personajes y episodios correspondientes a cada una de esas dos partes. Añade el autor tres poemas finales bajo el rótulo de "Posdatas".
He de confesar que recorrer este poemario ha resultado para mí una hermosa experiencia. Ha sido como dar un paseo por tantas horas de lectura del Quijote y sobre el Quijote que han acompañado e iluminado mi vida. Esta lectura, cual madalena proustiana, ha provocado que me hayan asaltado un caudal de recuerdos con esa melancolía de lo ya vivido irrepetible. Mis visitas a la Casa de Cervantes de Valladolid donde leí tantas veces mis versos adolescentes. Aquellas primeras lecturas adaptadas que me llevarían un día a adaptar yo misma el Quijote para ponerlo al alcance de todos, sin límites de edad ni de conocimientos previos. Aquella selección comentada de capítulos para mis estudiantes holandeses. Aquel "Don Quijote en la radio" que me llevó, con un par de estudiantes de la Escuela Europea de Luxemburgo, a un lugar de la Mancha donde se hacía un congreso didáctico con motivo del IV centenario. Mis encuentros en los Institutos Cervantes de Marruecos donde se percibía en todos ellos la presencia silente del Quijote. Los Quijotes dedicados a mis hijos, porque quería que cada uno tuviera el suyo propio. Y la acumulación de libros quijotescos de literatura, de historia, de arte, de filosofía, de cocina, de música. El Quijote en tantas y múltiples facetas como un caleidoscopio. Y ahora, como culminación de mi recorrido, este regalo inesperado: este Quijote hecho poesía y alma, hecho carne y vida en las palabras, como decía aquel remoto colega, "precisas y preciosas", de Antonio Gracia.
Y vamos con los poemas, que se ordenan de acuerdo con el hilo argumental del libro de Cervantes y se presentan precedidos de citas que a veces solo se enuncian con una minimalista y cuasi bíblica numeración que nos remite al texto correspondiente. Inevitable detenerme en cada uno de los treinta y tres que componen el libro. El paciente lector no ha de cumplir con esa obligación y puede pasar directamente al verso. Pero si desea hacerlo acompañado, aquí tiene cómo:
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