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jueves, 19 de octubre de 2023

Juana Rosa Pita - Antonio Gracia: Poema a dos manos

Golberg


 

En un otoño súbito (Vía unitiva)

I

Quiero volver por todos los caminos

allí donde jamás te detuviste 
por no saber que yo estaba esperándote.

Volver y preguntarte si me habías 
presentido tal vez en otro
 tiempo,

que es ahora mismo, en nuestro otoño súbito,
cuando la indefensión desaparece
porque se
 abrevan nuestros corazones.
 

El fulgor sin fronteras que nos guía

nos sustenta también. Así el amor,

el que ilumina nuestra inteligencia,

es fuente de arte, música y poesía.

¿Cómo podríamos no amarnos

si amamos todo lo que esplende?

Para que tú sintieras cielos
en vez de infiernos,

tuve yo que adentrarme en la poesía  
y, por ella, te amé;

transformé en realidad
aquel ancestral sueño.

Yo soy tú, nos dijimos cada uno
en distintos momentos y lugares:
profecía de que nos fundiríamos 
en una zona ubicua de armonía.

Preciso fue sacralizar con besos
la realidad vivida del hallazgo,
abrazar la materia 

de luz inescrutable que nos une.

La ternura del cosmos nos envuelve,

su seda transparente nos desliza

hacia nosotros mismos
sin dejarnos caer de su concordia.

Mi pluma no permite que se pierda

la transfiguración en que confluyen 

sin dejar de sorberse el uno al otro

acoplados los cuerpos incansables.

Compartimos un sino:

corazones durmientes, despertamos

al surgir de una súbita visión
de la infancia: aquel campo de sueños

ajenos al dolor que rige el mundo.

Para que se sonría el universo
un empujón de júbilo nos basta.


 

II

La noche es un país adolescente

donde los sueños claman paraísos.

Sagradas catedrales invisibles 

erigen nuestro amor bajo la música.

Se ofrecen mutuamente nuestras almas
todo lo que la vida nos ofrenda.

Y no obstante,

en este firmamento esplendoroso

echo de menos tu mirada limpia. 

tu carne moldeada en los jacintos, 

tu voz de pleitesía en rebelión, 

el grito del espasmo y jacaranda, 

y la nobleza de tus erotismos.  

La carne y el deseo son aldabas

para la trascendencia;

el choque de los cuerpos es la puerta

de aquel futuro que existió un instante

en tanto lo soñábamos.

También mi sexo rememora airado

tus lujurias, con las que despertabas 

misticismos que yo desconocía, 

espiritualidades escondidas 

en los conjuros del  amanecer.

Un dios hecho de espíritu y de carne

gobernaba mi aliento y tus entrañas

al hendir mi arrecife tus cavernas.

No gozarás de un dios si lo concibes

como coito postmortem.

La vida es el humano monumento.

El corazón, cuando no sueña, muere

y mata al soñador.

A lo lejos el mar se abraza al cielo.

Predica la palabra un infinito.
Pulsa el piano su lírica inefable.
Un cuadro paisajea el horizonte.
¿Cómo decirlo, Amor, cómo decirlo?
¡Es tan difícil conjugar un verso,
construir un poema, izar un cuadro!
Aquello que más duele de la muerte

es no poder continuar amando.

Regresa a mi memoria la liturgia

de ese infinito errante.

Me sumerjo en tu cuerpo como en un mar sereno  

que de pronto se encrespa y me anega en sus olas.
La claridad, entonces, es dueña de la noche. 

Te ojivislumbraré con sinestesias.

Ojivislúmbrame cuán lejos.


Yepesiana:

Y ya escritos los versos, vomitados, / se pretende entender, al corregirlos,/cuanto no se entendía sin la pluma. /Y es que cuentan la historia de un amor / en el tiempo, el espacio y la distancia, / cuya firme materia fue la carne / llamando a la otra carne porque en ellas, / en su unión, se transita hacia la puerta / de las sensualidades del espíritu, / y el erotismo místico es al fin /"el no sé qué que queda balbuciendo". / El infinito errante. / "El alma, que ambiciona un paraíso / buscándolo sin fe" pero incansable. / Todo sapiens recorre ese camino /  inserto en su conciencia más oculta.


1 comentario:


  1. "Aquello que más duele de la muerte
    es no poder continuar amando".

    Que infinita tristeza; la muerte nos lo quita todo.

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