Myers-The Shadows: Cavatina
Decidieron compartirlo todo hasta que la realidad cotidiana, que no entiende de sueños, vino a mostrarles su inexorable desengaño. Entonces lloraron, se separaron y volvieron a encontrarse muchas veces; encuentros que condujeron a otras sucesivas separaciones y reconciliaciones. Se despedían alegres y saciados y, sin saber por qué, quizá porque así son las cosas, al volver a encontrarse ya no estaban en el mismo lugar emocional: todo lo arrasa el tiempo con su furia.
Una noche decidieron compartir, ya que no les quedaba otra cosa que entregarse, una botella de un buen vino.
Por la escalera, él sentía deseos de apretarla contra sí y apoderarse de ella mientras ella se apoderaba de él, dejándose mutuamente vencer en la batalla mientras la ganaban. Pero, uno a uno, los escalones iban desapareciendo bajos sus pies sin que ningún cuerpo caminara hacia el otro.
El ascensor tampoco los abrazó ni los fundió carne con carne, aunque eso era lo que deseaban. Y conforme subían, los besos lamentaban quedarse entre los labios.
Al pasar junto a la habitación, que tanto había gemido dulcemente a través de sus ansias y sus cuerpos, temblaron las paredes, y los muros del mundo parecían romperse para impedir la eterna despedida.
¿Por qué no se abrevaban, uno en el otro, sus mutuos corazones y calmaban la sed de eternidad e instante?
A lo lejos, el mar se abrazaba a las rocas como un ciclón obstinado en su herida. Una estrella cayó: caía más allá de la ventana.
¿Por qué no se abrevaban, uno en el otro, sus mutuos corazones y calmaban la sed de eternidad e instante?
A lo lejos, el mar se abrazaba a las rocas como un ciclón obstinado en su herida. Una estrella cayó: caía más allá de la ventana.
Después de la botella volvieron a llorar. Y se escanciaron todos los diluvios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario